Confío plenamente en la justicia venezolana. Entiendo, por otra parte, la ansiedad que amenaza invadir el espíritu de compatriotas cuando el reloj de la ley parece avanzar con las agujas del retraso. Entre esas dos aguas -reitero-, me resteo con la convicción de que más pronto que nunca el orden legal, en contraprestación al “orden” delincuencial, terminará imponiéndose para bien de la mayoría que ama la paz por encima de su inclinación política o partidista.
Sé que los hechos del Distribuidor Altamira, el 30 de abril, tienen cupo seguro en el articulado de diversas leyes, para sancionar la aventura de quienes fueron protagonistas. No es cualquier cosa intentar un sangriento golpe de Estado (dejó víctimas fatales y heridos), y quedar sonriente en casa o cobijado bajo la figura de huésped de alguna cabrona embajada.
No se trata, en ningún momento, de cobrar venganza. Abrazamos, como sugerimos antes, el sueño de la llegada de la aplicación de la norma contra quienes amparados por un brazalete color azul muerte, pretendieron aniquilar el estamento vigente, decidido por mayoría amplia durante las elecciones del 20 de mayo de 2018.
Es ¡imperativo! proceder en tal sentido. Marcar el precedente. Sin apresuramiento, reitero, pero con la fortaleza de la razón.
El fiscal general de la República, Tarek William Saab, informó el lunes que 233 personas han sido detenidas. Se buscan otras 18, siendo una de ellas la inquilina de la sede diplomática de España.
La Asamblea Nacional Constituyente, por su parte, recibe las solicitudes para allanar la inmunidad parlamentaria (lo dijo Diosdado Cabello el mismo día), de quienes amparados en su condición de diputados (en desacato, pero diputados al fin y al cabo), se enlazaron en vergonzoso abrazo con los traidores a la Patria, como lo registraron las cámaras que filmaron su arribo a lo que sin duda alguna se ha convertido en un fatídico sitio del este de Caracas, sobre el que una aplicación de agua bendita no estaría de más: Tarea para el sacerdote Numa Molina.
Todo indica que la impunidad no se impondrá, y que el madrugonazo burgués, vulgo imperialismo, llevará lo suyo, como debe ser.
¡Chávez vive… la lucha sigue!