Transgresorxs

Se trata —este humor— de un recurso sicológico elemental
de rebeldía por parte del oprimido, frente
al enemigo capitalista que lo quiere explotado, además de triste y sumiso
(sin la sonrisa y el brillo en la mirada que produce el conspirar por un mundo mejor).
Se trata de euforia y hasta carcajadas,
cuando en el combate se aniquila al enemigo y se le hace correr como sabandija.
Es morirse con la satisfacción del deber cumplido y la certeza pícara de no haber sido vencido.
Como dicen los nicas: “A esta alegría, el enemigo le teme”.
Alí Gómez García

Hoy no tengo espacios para transitar libremente donde hago vida; algunos de mis espacios son ficciones. Burbujas de protección. Como no tengo espacios donde transitar porque agredo y transgredo una mentira va delante de mí, a veces, intentando protegerme.

Hay espacios, zonas geográficas, donde la diferencia de clases implica que haya o no haya máscaras, o prolongan o reducen la necesidad de ponérselas. Siempre ha sido así, y en tiempos de Chávez nosotrxs logramos ampliar esos espacios, hacerlos también nuestros porque nosotrxs sí tenemos cabida para transitar. Cómo ha hecho enfurecer a aquellxs locxs, que ahorita más que nunca andan desaforadxs, clasismo y recismo a’lante.

Acá en el este del este se armó una conga bien pagada el 22M: amanece el municipio trancado, aislado de rutas principales y corredores; otro ataque más al CIED; motos de alta cilindrada con bichos encapuchaos y armas largas disparando bien tranqui; guarimberxs que nadie conocía con una ira y agresividad que nada eran proporcionales a lo que pasaba.

Entre las 12m y las 8pm acá hubo plomo pa la gente, y no había enfrentamientos entre los guarimberos y la Guardia Nacional, que llegó rato largo después de que empezara el chou de los tiros. Confusión en banda, y una movida bien rara que se alejaba de las instrucciones de la MUD. Claro, llegaron a decir que el gobierno había orquestado todo y que era una trampa.

De que era trampa, era trampa.

Además, en toda la semana, han aumentado los apagones: no hubo luz en la mayoría de las horas entre martes, miércoles, y jueves, y cuando hay la fase no llega completa. Toda verga es eléctrica acá, así que cocinar se complicaba; no había comida, así que comer se complicaba; y, claro, no hay plata para “salir a comer”. Los ascensores se dañaron. De repente, la sensación de estar completamente desprotegida y amenazada me embargó. Estaba borracha de angustia.

Paraco es paraco, y plata a’lante pega plomo por igual: en el Paraíso, en El Valle, en San Antonio, en San Martín, en Altamira, en Baruta, en El Hatillo. Paraco es paraco y pega plomo por igual. Y acá hubo plomo, y crearon confusión, y zozobra, y miedo, y más ira desmedida. No lograron herir a nadie en la arremetida; menos mal. Menos-mal. No va otra persona pal pote horroroso de 52 vidas.

¿Qué cómo viven las familias de acá del este del este? ¿Que qué más hay de nuevo? Acá es engaño a’lante, trampa que va de sombra y una incapacidad insuperable de caer en la realidad. Pero, hay diferencias: hay familias que están afuera luchando contra el régimen dictatorial de Maduro siendo reprimidas y tirotiadas, y hay muchas menos familias (no conozco otra aparte de la mía) que ven cómo en sólo 8 horas se materializa un plan bien caro y bien pagado que, esta vez, no funcionó enteramente.

¿Qué viven las familias de acá arriba? Arrechera, frustración, ira acumulada y locura a la tierna espera de órdenes de un liderazgo dividido y sumamente pobre en el campo estratégico que asume sus vidas como pequeñas movidas más para lograr un cometido final que no es tumbar al Gobierno. Acá no hay organización ni sentir comunitario (sentir de lxs comunes), lo que hay es coraje y valentía movilizadxs por ignorancia, intoleracia, y locura devenida en violencia desmedida.

Acá lo que hay es clasismo y racismo exacerbado, que siempre han estado, pero hoy se los llevan de la mano a donde quiera que se muevan. Antes, hasta hace muy poco, estaba bien guardadito en sus casas. Ahora lo destilan con orgullo, con la meritocracia más absurda. Es el perfume que huelo en el ascensor todos los días. Venenito putrefacto.

La escalada de agresividad y violencia fue tan rápida en estas dos semanas que no nos dio tiempo de prepararnos, de prever. Y me preocupa que hayamos llegado a naturalizar cada uno de los sucesos que atacan directamente los espacios públicos, incluidas las personas que transitan esos espacios, que me encuentro diciendo cosas como “ah! Tranqui, hoy no hay trancaron vías principales, así que todo bien”. Salir de acá, salir de mi casa, es un privilegio; y más aún, la posibilidad de tomar la decisión de poder salir es un lujo.

Ocurrió algo que me llamó la atención, y de igual manera me preocupó: de este peo particular, en esta zona en particular, no salió nada en las redes (excepto los típicos tuits de histeria y desinformación desmedida), ni en páginas, ni en Facebook. Yo escribí y llamé por teléfono, y nada. Quizá fue que no se me ocurrió llamar a Diosdi pa que se activara.

Ahora, ¿no es esta una postura que niega lo otro también? Preguntémonos por qué cuando hay peos en el este del este a nosotrxs pareciera no importarnos “tanto” como cuando ocurre en otras zonas de Caracas, o en otros poblados nacionales. ¿Por qué, ah? A ver, ¿quiénes, en su mayoría, hacen vida acá? ¿qué clase social hace vida acá? Preguntémonos.

La diferencia radica en algo simple: el aislamiento geográfico es un punto sumamente crucial a la hora de la defensa de la vida; son las condiciones materiales las que nos protegen. Pero nosotrxs no podemos dejarnos tampoco, no podemos olvidarnos. Compas, protejámonos. Ya no estamos jugando.

Nosotrxs ganamos espacios en la medida en la que desde lo pobre, lo negro, lo feo, lo mujer, lo homosexual, lo trans, provocamos. Nuestra provocación es transgresión, pero nuestra provocación no es violenta. Esa transgresión se hace legítima en la medida en la que nos apoderamos de los espacios donde nosotrxs también transitamos y hacemos vida. Y qué rabia le da a la oposición que lo hayamos logrado, tanta que nos quieren matar y ya dejaron de prometer y empezaron a cumplir.

¿Qué nosotrxs somos máscara? No la somos, no nos define. Ya se desdibujan ellxs con la mascarita que sí son, con la farsa que sí son: se les derrite la sonrisa de buen ciudadanx y se dejan ver hasta lo más profundo, hasta lo que siempre han ocultado. Y nosotrxs cada vez nos hacemos más reales, más nítidxs. Debajo de nuestra máscara también está lo real nuestro, pero no es farsa. Es sentir originario.

Acá, en nosotrxs, hay manos sucias, y pies rotos, y ropa raída, y sudor, y trabajo, y fiesta, y tambor, y guaguancó, y sonrisa, y corazón que palpita y palpita y palpita al unísimo: somos un mar de corazones juntxs latiendo y sosteniendo. Somos fuerza misma desde lo más bonito del ser nuestro, desde lo originario.

Hoy tengo el miedo entre los dedos, pero este miedo no es cobardía ni vergüenza. Este miedo es el resultado del asedio más cruel, de la intolerancia más cochina. Hoy este miedo es respuesta defensiva, biológica, a un depredador que siempre estuvo y que hoy se deja ver los colmillos y la baba rabiosa que le cuelga de la comisura de la boca. Hoy el depredador se deja ver las garras, los músculos apretados de ira, los ojos pullúos asesinos, brillantes, secos, enloquecidos.

Hoy, sí, me siento amenazada. Pero no estoy sola. Yo soy mujer, y transgredo espacios masculinos, y no estoy sola. Yo soy negra, y transito espacios racializados, y no estoy sola. Pero nosotrxs estamos empedernidamente convencidxs de que estamos sostenidxs entre nosotrxs.

Hoy ganamos en la medida en la que no nos dejamos provocar y le sonreímos al enemigo bajo la certeza de que la movilización nuestra no es la misma. La diferencia es básica: poder transitar espacios públicos siendo pobres, negrxs y empedernidamente chavistas, y luchar por la protección de esos espacios que devienen en la protección de la tierra y la vida nuestra, de lo que hoy representamos, de lo que hoy somos y siempre fuimos: resistencia milenaria.

Y la resistencia, compas, transgrede, cómo transgrede. Se abre camino y trasciende y se hace vida en nuestras voces y gritos aguerridos.

Lo nuestro es resistencia,
y amor inagotable.

Sahili Franco

Nació en Caracas, el 15 de marzo de 1990. Inició su carrera editorial en el Taller de Creación Editorial Agujero Negro, formando parte del equipo de editorxs, correctorxs y productorxs de contenido de esta revista, órgano divulgativo de la Escuela de Artes-UCV. Durante ese período, inició paralelamente y de forma autodidacta estudios sobre la imagen, la gráfica, la fotografía, el cine y el audiovisual. Su producción de contenidos apunta a la comunicación pertinente de historias de vida que hablan respecto a la soberanía de los cuerpos, la alimentaria, la des-mercantilización de la vida y a las contradicciones discursivas y estructurales que enfrentamos como pueblo oprimido, colonizado y en eterna resistencia al mismo tiempo que incluye la necesidad discursiva y coyuntural que nos tocará atacar al momento. Sus canales de participación son el impreso y el web, y sus formatos, video y texto en géneros como la crónica, pequeños cuentos y micros.

Actualmente produce contenidos desde sus pequeñas trincheras de lucha, y trabaja como productora audiovisual freelance.