Ahora tengo en mis manos el libro que escribió la colega argentina Stella Calloni, Operación Cóndor, pacto criminal. Una acuciosa investigación periodística se convierte en un documento precioso para entender cómo actuó el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono, en alianza con gobiernos vecinos a Chile, para intentar detener la llegada al poder político en ese país, del compañero Salvador Allende.
Calloni, corresponsal del periódico independiente mexicano La Jornada, trabajó arduamente para recrear “el juego de una verdad maldita” y contribuir así a ponerle freno a la impunidad imperial estadounidense que opera desde sus “oficinas ovales, amenazando con los retornos criminales e impidiendo la justicia” por el mundo de pueblos rebeldes y antiimperialistas, pero, particularmente en “su patio trasero” donde casi tres décadas después del genocidio chileno de 1973, aparece en el panorama histórico nuestroamericano una figura como la del Comandante Hugo Chávez en Venezuela y la Revolución Bolivariana, ya no solo en este país sino en todo el continente, por una vía reafirmativamente democrática, tal como lo ensayara a comienzos de la década de los 70s, el gobierno presidido por Salvador Allende.
Sin ánimo por detenernos a revisar esta vez minuciosamente la Operación Cóndor, cuya planificación y ejecución devela el complejo entramado imperial para detener “los avances del comunismo”, es importante no quitarle la vista de encima a esos hechos que evidencian la forma cómo actúa el enemigo, sin escatimar esfuerzos para adherirse más permanentemente en su dominación sobre los pueblos, sus memorias y sus riquezas.
Conocer detalles organizativos, entramados políticos, militares y financieros como los que se revelan a partir de documentos desclasificados de la CIA y otros organismos estadounidenses, en el caso chileno del Golpe de Estado (septiembre de 1973) contra el compañero presidente Salvador Allende, sus consecuencias y ad lateres, es una manera de no desmontar las alertas y entender que lo que ocurre en Venezuela hoy, guarda grandes similitudes con los procedimientos de seguridad e inteligencia imperial. Desde cuando apareció en la escena histórica el Comandante Hugo Chávez, con su liderazgo y capacidad organizativa para establecer, no sólo, su particular gobierno sino “el ejemplo” dentro del llamado “eje del mal”, que prendió inmediatamente por Nuestramérica, al tiempo que despertó simpatías en un mundo inquieto por distanciarse del pensamiento único y la monopolaridad imperialista, los aparatos de contrainsurgencia gringos, no han descansado ni un solo instante.
Lo que ahora enfrenta, en esta nueva etapa democrática y de paz que caracteriza al reelecto gobierno que preside Nicolás Maduro en Venezuela, está dentro del mismo diseño de alianzas, organización y acciones que, en su momento se llamó Operación Cóndor, para erradicar al gobierno socialista de Salvador Allende, al tiempo que se aislaba o sentaban escarmientos para pretensiones revolucionarias de vecinos en el Sur de Nuestramérica. Desabastecimiento, bloqueo y guerra económica, hiperinflación inducida, campañas mediáticas y de fake news, agitación, saboteos, violencia foquista, implosión en la calidad de los servicios de transporte, electricidad, combustibles, son algunas de las medidas ensayadas ahora en la Venezuela chavista, pero también en la Nicaragua sandinista, cuyos regímenes pretenden ser desmantelados, para seguir luego con Bolivia y la inolvidable Cuba fidelista.
El imperialismo necesita de un segundo aliento para perpetuar su dominación de explotación capitalista. Las líneas estrategias propuestas por el presidente Nicolás Maduro en esta etapa de la Revolución Bolivariana y pro socialista, su llamado a la unidad y al diálogo, amén de la propuesta de ennuevecimiento del PSUV y de toda la estructura de Polo Patriótico, constituyen un imperativo estratégico de defensa del futuro revolucionario que empezó ayer. Las seis aludidas líneas, con especial énfasis en el ataque y contención de la guerra económica, la creación, desarrollo y fortalecimiento de un aparato productivo no capitalista, así como en el impulso de una estructura social que esté basada en una cosmovisión y ética socialistas, conforman la necesaria trinchera para la ofensiva de los patriotas bolivarianos y chavistas.
Dialogar no es conciliar y mucho menos traicionar, pero hace falta avanzar a pie por las calles, permanecer en ellas, concienciar, organizar, escuchar y estar dispuestos a la autocrítica. La prioridad está en fortalecernos, en fortalecer la organización popular y al partido como guía de los procesos socialistas.
Ilustración: Xulio Formoso