No voy a discutir sobre la validez o no del reclamo laboral que un sector del personal docente de Venezuela ha planteado como excusa para animar a sus colegas a sumarse a una acción de paro que, en primera instancia, resultó ser de 48 horas a partir de este martes 22 de octubre.
No lo haré en esta ocasión, más allá de que siempre he considerado perverso reclamar derechos propios, pisoteando los de terceros. ¡Menos aún cuando es una población obviamente vulnerable la directamente afectada!
En todo caso, allá ellos, ellas y la “dirigencia” de ese sector magisterial que jura que se la está comiendo al afectar a niños y niñas. Que pase lo que deba pasar.
Haré hincapié en nosotras y nosotros: las y los representantes del universo lacerado por la desquiciada decisión. De nuestra conciencia y nuestro accionar, depende que las escuelas permanezcan abiertas o cerradas.
Pongamos en práctica la organización. Vayamos a la Dirección del plantel de nuestras chamas y chamos. Dialoguemos con el Poder Ejecutivo del centro (director o directora, que no debería estar ausente), y pidámosle (exijamos, tal vez), que no cierre la escuela. Que permita el ingreso del alumnado.
Conformemos brigadas de madres y padres. Uno o dos por cada sección. Diez en total, para cubrir la semana completa. Elijamos a quienes poseen alguna destreza o habilidad específica. Una vez dado este paso, que lleguen los paros que sean, pero nuestras chicas y chicos no estarán solos. Al mejor estilo de Simón Rodríguez, aprenderán determinadas tareas.
¿Que será un sacrificio para las y los adultos?: sí. ¿Que tal vez los jefes nos verán feo en nuestros sitios de trabajo?: sí. ¿Que habrá “docentes” que se burlarán de nuestra iniciativa?: sí. ¿Qué hasta los habrá que se conviertan en nuestros adversarios?: sí.
Pero eso, ni mucho más –ni menos- que eso debe congelar el deseo y el deber que tenemos de evitar sabotajes en un sector tan importante como la educación. De cada una y cada uno de nosotras y nosotros depende que las escuelas públicas de la nación, se conviertan en parajes desolados.
Que los reclamos de otros y otras, no se conviertan en una guillotina contra el derecho a aprender y aprehender de los más débiles. Su futuro depende de nosotras y nosotros pero más aún su presente bajo las actuales circunstancias.
¡Chávez vive…la lucha sigue!