“Sería sumamente peligroso
que esas grandes mayorías que tienen esa fe,
que tienen esa credibilidad en este proceso
y en quienes lo dirigimos, lo orientamos,
sería sumamente peligroso para la paz del país
que esas grandes mayorías cayeran de nuevo en la frustración.
Eso no puede ocurrir, no debe ocurrir,
de eso depende en buena medida la paz de Venezuela y el futuro de Venezuela”
Hugo Chávez
15 de enero de 2001
Es probable que alguien dude que yo soy el Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. Es posible que alguien me acuse de estar usurpando funciones o, sencillamente, diga que me volví loco. En fin, cada quien está en su derecho de disentir e interpretar pero, quizá por ello, olvide que lo más importante está en acercarnos al ejercicio del deber de contribuir a transformar la realidad.
Carlos Marx se refirió a los filósofos conocidos -hasta el idealismo histórico que le precedió como pensamiento social dominante- como especuladores, como meros “interpretadores” de esa realidad. Culminaba su frase el pensador comunista, materialista y dialéctico, señalando que a la realidad lo que se le debe es transformar: “los filósofos, hasta el presente, no han hecho otra cosa sino interpretar la realidad y de lo se trata es de transformarla”, indicaba el pensador de origen alemán en ese texto que, públicamente se divulga como Las tesis sobre Feuerbach.
Transformar la realidad de gobiernos presidencialistas, centrados en un individuo que encarna autocráticamente todos los poderes, a gobiernos caracterizados por el ejercicio del mandato obedeciendo al pueblo, al Poder Popular, es lo que hemos intentado con la Revolución Bolivariana y la presidencia –primero de Chávez y ahora de Maduro- en la que la verdadera fuerza de la democracia está centrada en la condición de “participativa y protagónica”.
Y es que lo de participativo y protagónico no puede ser una simple etiqueta, que con el tiempo podría llegar a desprenderse de donde la fijamos, sino una convicción, una cosmovisión y cuerpo de valores, que son los que en realidad conceden sentido a cualquier proceso transformador o revolucionario que se asuma con la radicalidad que se debe para el disfrute del irrenunciable derecho “de la Nación (a) la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial (“el sol nace por el Esequibo”) y la autodeterminación nacional”, como reza en el primero de los Principios fundamentales contemplados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
En fin, para ir al grano. El asunto es que hoy tomo posesión del cargo, pero quisiera que recordaras que tú también. No es que vamos a dejarle toda la vaina a Maduro para que resuelva y después acusarlo de “inepto”, si no lo hace como creemos que debería hacerlo. Este Gobierno, lo es del Poder Popular y, ahora más que nunca, ¡Todos somos Chávez! También él, también Nicolás –a quien el mismísimo Hugo Rafael nos propuso elegir como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y ya lo hicimos (2014) y acabamos de hacerlo por segunda vez (20 de mayo de 2018), pero… como que al salir de los centros de votación y conocer los resultados victoriosos, le dejamos la tarea íntegra a él.
Yo estoy tomando posesión de mi cargo y, públicamente, creo que eso no va a cambiar nada en torno a mi nombre. Lo que sí debe cambiar (debemos contribuir a cambiar) es la sociedad que padecemos y allí es donde entiendo que el Gobierno que preside Nicolás Maduro se llame Revolucionario y no simplemente “Gobierno” a secas.
Tú sabes de lo que hablo. Queremos ver resultados. El enemigo que nos ataca sabe muy bien cómo hacerlo y lo está haciendo, por eso los “expertos” la llaman “guerra multifactorial” o “de IV generación” como se le bautizó hace unos cuantos años en el mismísimo Pentágono.
Para vencer, en la necesaria Defensa Integral de la Patria, hace falta que gobernemos, que nos unamos, que nos organicemos y que juntos operemos. Nos acabamos de juramentar para esa importantísima tarea… ¿Le vamos a echar piernas?
Ilustración: Iván Lira