Levanto la mano izquierda y juro que mi espacio de esta ocasión estaba reservado para los encuentros que han tenido lugar en Noruega, entre Gobierno y ultraderecha violenta. La ocasión, como escucho desde niño, la pintaban calva.
Adelantaré en todo caso, como espero ampliarlo en una próxima ocasión, mi anhelo en torno a la madurez de quienes representan a la contrarrevolución. Madurez que debe basarse en la aceptación del “juego” democrático previsto en la Constitución para zanjar las diferencias y desacuerdos.
Repito, en dichas cavilaciones estaba cuando la mediática de la derecha violó mi decisión inicial y me obligó a bailar sobre el teclado con la salsa de Alex D’ Castro, famoso cantante puertorriqueño cuya figura intentaron asociar al delito para armar un escándalo (otro más), que saturara el ánimo colectivo en términos de desgracia, miedo y –automáticamente-, maldiciones contra la gestión gubernamental.
Como decimos en periodismo, montaron la olla. Abiertamente afirmaron que el melómano vibró sus cuerdas vocales en el velorio de un ciudadano en la Cota 905, Caracas para –reiteramos-, sembrar en la siquis del colectivo nacional e internacional esta presentación dentro de una especie de permisología “roja rojita” barnizada de delito, hamponato y celestinaje delincuencial.
A decir de los creyentes, Dios es grande y desde esa perspectiva pareciera que ocasionalmente hay algo de cierto en el asunto. No fue mucho el tiempo transcurrido entre el fuego atizado contra D’ Castro (era contra el Gobierno, insisto), y las reacciones de quienes –a Dios gracia-, desmontaron el aberrante discurso en construcción. Tuiteros y tuiteras enfrentaron la arremetida profesional planteando preguntas como: “Si Alex D´Castro cantó en el velorio de un malandro, ¿dónde está la foto con la urna?”, o con apreciaciones como: “Dejen la mentecita. Ese hombre vino fue a predicar el evangelio”. Y hasta hubo quien se fue con un “En este barrio no se ha dejado de rumbear desde que se fue Alex D´Castro”.
Conclusión: funcionó, eficientemente, el sistema de defensa que opera desde las redes sociales a favor de la Revolución. Adicionalmente, el propio sonero vía “feisbuk” puso en su sitio a quienes pretendieron trampear con su imagen.
Diría que a pequeña escala, vivimos nuestra propia Noruega y salimos bien parados y muy bien bailados.
¡Chávez vive…la lucha sigue!