El pequeño abrió los ojos aquella mañana del 25 de diciembre. Al lado de su cama no había ninguna sorpresa, como le habían prometido sus padres que sucedería. Fue la primera decepción, por lo que pensó que se había cumplido aquel presagio que le aseguraba que por su mal comportamiento, el Niño Jesús no le trajo los regalos que pidió. Se puso nervioso y salió del cuarto muy asustado y con los ojos al borde del llanto.
Revisó bajo el árbol de navidad y tampoco encontró lo que buscaba, sólo unos pocos regalos que aún no se entregaban. Ninguno para él. Fue al pesebre con la esperanza de hallar su regalo tan anhelado, pero con ese nudo en la garganta que ya le pesaba más que los poquitos kilos de su cuerpecito. Siguió buscando en la casa, pasillos, cuartos, cocina y hasta en el baño, en algún lugar tenía que estar su regalo que no era tan fácil de esconder.
Pero su esfuerzo fue en vano, así que rompió a llorar en mitad de la sala muy cerca del árbol de navidad. Cuando su llanto mermó se percató de dos cosas: no había visto a sus padres por ningún lado y su carta al Niño Jesús no estaba en su lugar bajo el árbol. A cambio, estaba otra carta que sólo tenía una frase que el niño conocía muy bien: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Empezó a llamar con fuerza a su papá y su mamá, pero nadie respondió. En ese momento sonó el timbre.
El niño notó que la puerta estaba entreabierta y que unas pequeñas huellas se dirigían hacia la salida. Abrió la puerta y se encontró una sorpresa maravillosa: era su anhelada bicicleta! Allí estaba su regalo, con un lazo enorme y una carta del Niño Jesús que le agradecía el haber sido un buen niño todo el año. Tras la alegría del pequeño, salieron sus padres que se encontraban observándolo desde cerca de celebrar el acontecimiento.
Todavía con la pijama puesta, el niño salió a dar vueltas en su bici y su primer paseo fue tal como lo imaginaba: la brisa en la cara, el paisaje moviéndose a gran velocidad y los otros niños jugando con sus regalos de navidad. “No voy a olvidar nunca este día, papá. ¡Es el más feliz de mi vida!”
El texto anterior es una adaptación de una historia contada por Miguel sobre cómo se imaginaba la Navidad de este año. Es algo así como su primera narración de una historia y quise compartirla con mis queridos lectores. Con mucho esfuerzo y algunos sacrificios llegamos a estas fechas tratando de llenar de magia la vida de nuestros peques y entregando muchos momentos felices. Junto a Miguel, deseamos unas felices fiestas a todos los niños del mundo, y brindamos por un futuro mejor para cada uno de ellos.