Debo confesarlo, en mis 5 años de vida entre Guatire y Caracas he buscado todas las formas posibles de transporte para no tener que usar el Metro. No me agrada la idea de viajar bajo la tierra. Sin embargo muy a mi pesar tengo 2 semanas usándolo y he podido notar que es un excelente lugar para esas cosas del flirteo. Tanto así que un viaje de Plaza Venezuela a Parque Miranda me ha hecho concientizar la razón por la cual no tengo novio.
El viernes a las 6:30 pm me encontré con un vagón que gracias a fallas en el aire acondicionado tenía goteras justo en el espacio de conexión con el otro vagón. El piso estaba completamente inundado, pero ir de ese lado de la gotera tenía una ventaja: viajar sin gente alrededor. Llevaba unos botines converse, esos que te hacen sentir como un ser moderno, todo terreno y súper poderoso. Noté enseguida que el sitio no se encontraba completamente solo, contaba un acompañante. Un acompañante muy guapo debo decirlo.
Cuando vi ese espacio vacío pensé que sería un buen espacio para leer, la gente decía que había retraso y esa mañana yo acababa de empezar un libro que gracias al trabajo no pude continuar en todo el día. Saqué mi libro El estilo literario de Marx del loco Ludovico, pero en ese instante tenía la mente en el chico de al lado que no me quitaba los ojos de encima. En cuanto vio que comencé a leer me preguntó de qué trataba. Fui inocente, cerré el libro en mis manos y le mostré la cubierta diciendo que un análisis de un escritor venezolano sobre la forma de escribir de Marx. Allí se acabó el encanto. Me preguntó – ¿Ese no es el comunista? Con cara de “quemen a esta chavista” – Si! Pero el libro no habla sobre el comunismo sino sobre su manera de escribir. Contesté convencida de que era una idiota y comprendiendo porque siempre termino saliendo con el típico pequebu caraqueño cuya zona de influencia de extiende entre los municipios Chacao, el Hatillo y Baruta: no son tan enajenados, sus diferencias políticas conmigo están justificadas por una cuestión de clase y sobre todo porque su condición social les ha dado mayor acceso a la lectura.
Para el típico pequebu caraqueño soy una especie de exotismo, les causo gracia y les perece heroico demostrar que pueden llegar a Artesano sin perderse y comprobar que en algún momento de su vida se vieron en la obligación de pisar el metro. Mis ideas y arrebatos constituyen una aventura para ellos, se enamoran de mis ganas de soñar. Todo (desde mi perspectiva) con una mirada miserabilística. Todavía no íbamos ni por Sabana Grande y yo ya había perdido todas mis esperanzas de así sea por casualidad de la vida toparme con alguien más o menos sensato, creí incluso que quizá todo era una señal del destino y viajar en metro podría atraer a mi vida gente diferente. Pero no.
En cuanto el tren se detuvo en Parque Miranda salí corriendo como alma que lleva el diablo. He comprendido por qué no tengo novio. Hace rato que soy un bicho que se dedica de forma fatigosa a buscarle el sentido a las acciones de la gente, véase, ni siquiera ando complejizando el mundo, sino apostando por una interpretación bastante romántica. No tengo novio porque soy de esas personas que no saben ver televisión y por ello se dedican a leer y se la pasan hablando de política.
A veces pienso que mi papá orquestó este plan macabro desde que yo era niña, es probable. Mientras aprovecho esta semana para decirles que yo vengo de un mundo raro, que no se amar y que nunca he llorado.
@AngelaMariaGV