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Feminazis

Feminazis, dicen. Ella parece ser una firme feminista. Frunce el ceño cada vez que ve a un hombre. Ella asegura que tiene la misma fuerza que ellos, incluso, se ha dejado crecer los vellos de las axilas porque quiere romper con los estereotipos. Ella, con rudeza, se hace la dormida para no ofrecerle el asiento al hombre que se subió al tren con un bebé en los brazos.

En el Metro uno puede encontrarse con cientos de realidades, con personajes y cualquier tipo de cosas. En el Metro convergen un sinfín de personalidades, estilos y actitudes que, sin duda, forman parte de todo lo pintoresco de la ciudad capital, aunque a veces nos saquen de nuestras casillas, como dice la gente por ahí.

Existe un odio acérrimo, me he podido dar cuenta, en algunas mujeres que alardean ser feministas y que no necesitan de los hombres para vivir y, aunque tengan algo de certeza en eso de que nosotros, como seres humanos, no necesitamos de alguien más para hacer las cosas que tenemos que hacer, también es cierto que, como colectivo, no es posible lograr una sociedad avanzada y desarrollada si no contamos con el apoyo de otras personas.

Claro, pero hay feministas que solo quieren ayuda de feministas. Eso es probable. Hace un tiempo vi un video de un grupo de mujeres que se reunió en Argentina para exigir la paridad de derechos. Es decir, que se reconozcan a las mujeres legalmente al igual que los hombres. Bueno, en ese audiovisual que encontré por las redes, un periodista que casi salía linchado por una multitud de feministas que no querían verlo allí, por ser hombre. Esperen. Él solo hacía su trabajo, el de informar.

De acciones como estas surgió entonces el término de «feminazis» -no es un término nuevo, nació por allá por los 90-, asociada al nazismo, como si se tratasen de mujeres que quieren «exterminar» a la raza masculina. Muchas piden igualdad, pero cuando les conviene. De resto, no la quieren. Muchas pretenden, con su feminismo, estar por encima de los hombres, y romper con esa equidad por la que tantas otras han luchado durante largo tiempo. Son esas clases de mujeres que se basan en ello para lograr una «igualdad» solo para el beneficio propio. Aún así, dicen llevar el nombre de Simone de Beauvoir por todo lo alto, como bandera.

Para escribir todo esto no quise sustentarme en investigaciones profundas, sino simplemente basarme en mis experiencias. Tampoco quiero desestimar las luchas de las minorías. Soy homosexual e igualmente tengo el interés de lograr esa igualdad y ese respeto del que tanto hablamos, pero la cuestión de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales es otro caso. Bien intenso, por cierto.

Entonces estas mujeres quieren parecer rudas, las que no deben usar faldas, se dejan crecer los vellos de las axilas y las piernas, no tienen que ser delgadas y tampoco deben cuidar su figura. No mantienen esa delicadeza característica de las mujeres porque los hombres tampoco la tienen. En fin, gustos y colores.

Se han llegado a niveles extremos, considero. Me llama mucho la atención el hecho de que muchas mujeres no estén dispuestas para cosas tan sencillas como ceder el puesto a un hombre que lleva a un bebé en los brazos. Pero basta entonces que la situación sea contraria: un vagón lleno de gente, con hombres y mujeres sentados, y que se suba una mujer con un bebé en los brazos. Adivinen a quiénes van a mirar la mayoría de las féminas. Sí, a los hombres.

Los que se tienen que levantar son los hombres. Porque ya es una conducta. Los hombres tienen que ser caballerosos. Los hombres deben ayudar siempre a las mujeres. Los hombres son el sexo que puede. Los hombres aguantan más. Ni por locura murmuran que alguna de esas mujeres que también allí van sentadas se tienen que levantar.

«¡Ay que ver! Aquí no hay un hombre que le pueda dar el puesto a esta muchacha», escuché una vez a una señora decir. ¡Vaya, qué responsabilidad social! «Bueno, ¿quién la manda a estar tirando?», soltó otro por allá, entre la multitud y algunas risas de otros usuarios.

Pero de situaciones tan pequeñas -o que parecen pequeñas- como estas uno puede deducir y preguntarse qué tan cierto es eso de que las mujeres -quizá no con tal absolutismo- realmente quieren una posición de igualdad en la sociedad, y no por esto quiero decir que los hombres seamos más que las mujeres, en ningún caso, sino que hay cierta incoherencia entre lo que se pide y lo que se hace. Este aspecto también va relacionado -muy relacionado, de hecho- con la comunidad LGBT.

En realidad aún tengo poco claro hacia qué lado vamos moviéndonos o qué buscamos en este mundo lleno de extrañas revoluciones, como en algún momento dije. Lo que sí creo que es que necesitamos, para comenzar, respetar al otro como ser humano y comenzar a tener una base para exigir el mismo respeto. Y para aclarar algo, el hecho de que algunos use el término «feminazi» no significa que el feminismo, propiamente, incomode, sino que se refiere a las feministas que creen que por ser feministas pueden atacar a los hombres solo por ser hombres.

Lo que sí quiero resaltar es el verdadero sentido que he recogido en relación al feminismo. Las mujeres feministas, las que van por la vida sin odio ni rencor en contra de nadie, saben que pueden ser tan inteligentes y desempeñar un importante papel en la sociedad como cualquier otra persona. Sea hombre o no. La posibilidad de decidir cómo vivir su vida, su cuerpo, su mente. Y, sobre todo, que puedan lograr la igualdad de esos derechos tan necesarios, pero sin basarse en ellos para conseguir privilegios.

Yo estoy de acuerdo con los movimientos feministas, siempre y cuando se luche con coherencia y más aún en un mundo como en el que vivimos ahora, pero considero que hay un desfase que está llevando más allá el significado real de lo que es el feminismo. Feminismo no es enfrentarse a los hombres, feminismo no se trata de violencia. Nuestras diferencias pueden complementarse y solo uniéndonos y trabajando juntos podremos lograr una igualdad.

La imagen correspondiente a esta publicación es el cartel de We Can Do It!, imagen que ha sido utilizada para promover el feminismo y también para varios asuntos políticos los 80.

«El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal»

−Simone de Beauvoir

 

@Luisdejesus_

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