En Caracas, por la esquina de El Conde, el kilo de azúcar bachaqueada estaba (hasta ayer, porque es imposible llevarle el pulso diario en un artículo de opinión) en 4 mil 500 bolívares. Orlando me dice que vale la pena porque “los colectivos”, en el 23 de enero la venden (igualmente bachaqueada), en seis mil 850 bolívares.
Los lugares de venta, ahora institucionalizada en esos puestos de “informales”, parecen custodiados por funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia del Pueblo, pero no es así. Ellos están por allí, pero esos ilícitos no están entre sus tareas de custodia y eventuales sanciones. Azúcar, harina de maíz para arepas, arroz y pastas, están entre los rubros de mayor demanda. “El que quiera que lo lleve y pague, si no, que me dejen mi vaina ahí”, nos dice uno de los “prósperos” expendedores que rapiñan a sus pares vecinos.
“En el ministerio donde trabajo -nos dice Yureima- Anabel vende café a 14 mil bolívares, una bolsita, que creo tiene un kilo”. Nadie sabe la procedencia de ese polvo que parece café, a veces huele a café y arrastra todo su cipo o borra, cuando es sometido a colado en máquinas a presión de vapor o cafeteras de las conocidas como “grecas”. Es un café raro, dice Ubaldo, quien se resigna a tomarlo, y a veces a comprarlo, aunque comenta sus fuertes sospechas de que “eso es borra reciclada” y a veces una mezcla de granos indefinibles. Nadie entiende por qué Anabel actúa de esa manera especulativa contra sus iguales laborales, a quienes extorsiona en el rebusque fácil. A una gran mayoría le resulta indiferente y “normal” el delito de imitación de los grandes explotadores y comerciantes, acostumbrados al robo descarado de las grandes masas trabajadoras o empobrecidas.
El bachaqueo oficial, se practica, con organización y protección de organismos del Estado (yo no sé quién ni por qué se autoriza esa protección, o si es parte de saqueo a los pobres que está inscrito como misil en la guerra económica de las transnacionales y el imperio). Se reproduce la ideología dominante pero también las prácticas dominantes. El egoísmo lleva a que individuos de nuestra misma clase social quieran comportarse tan perversos y ladrones como los explotadores, banqueros, dueños de los medios de producción y de las grandes transnacionales o usureros “legales” en todo el Derecho burgués. Es decir, también nos joden nuestros pares, infectados por el veneno social que inocula el enemigo, en su afán por acumular capital en pocas manos.
Esto no es algo que me alegra ni tiene nada plausible. Es el mal terrible que las y los patriotas venezolanos, con conciencia de clase, visión anticapitalista y antiimperialista, combatimos, rechazamos e inscribimos en nuestras luchas de inspiración bolivariana y chavista por alcanzar para todas y todos, la Patria socialista. Sin embargo el titular de este artículo pareciera expresar una satisfacción por los precios que ha alcanzado el azúcar, pero también todos los productos y servicios de uso diario. Dije: “¡Excelente el precio del azúcar!” y el sarcasmo que esa exclamación encierra en mis palabras es porque, dentro de la coyuntura de luchas que hoy enfrenta el pueblo venezolano, el que se incrementen los precios del azúcar, de las harinas refinadas y blanqueadas, del arroz que se descascara y de todo cuanto se convierte en azúcares refinados, que pasan de manera inmediata al torrente sanguíneo, cuando se ingieren, generando enfermedades graves que matan, como las cardiopatías, diabetes, diverticulosis, hipertensión, entre otras, encontramos una oportunidad para la crítica revolucionariamente constructiva.
Si algo bueno ha tenido el incremento en productos como los mencionados es el que nuestra población humana ha reducido su consumo y, en mejores casos, ha empezado a cambiar culturalmente, estableciendo sustituciones por edulcorantes más sanos y naturales, como la estevia, miel, melazas de caña, cuya asimilación orgánica no encierran la peligrosidad de los azúcares y harinas refinadas. Así que detengámonos un momento aquí, para la reflexión y la elevación de la conciencia, ya que en los hechos que estamos indicando y describiendo, también se encierra la radicalidad de una revolución auténtica, cultural.
Excelente el precio del azúcar, de los productos refinados y la alimentación chatarra, en la medida en que ello nos conduce a mejorar nuestros hábitos alimentarios y a ganarle una batalla ideológica y de dominio sanitario y farmacológico, que también ha construido victorioso el capitalismo, hasta el presente. En fin, no hay mal que por bien no venga. Sin resignación. Más bien en batalla hasta la victoria final, hasta la victoria socialista.
Ilustración: Xulio Formoso