Algunos circos reservan salas o espacios cerrados con espejos que están concebidos para distorsionar la imagen real. La figura que se pasea frente a ellos observa distintas imágenes virtuales de sí que le producen gracia o le multiplican la imaginación.
Si la figura que se pasease ante esos espejos fuese la del Estado, la imagen virtual de éste resultaría muy compleja, ya que el Estado no tiene una forma tangible. En un sentido general, la figura de Estado se define por la forma o estructura que, en su conjunto, media en sociedades divididas en clases, para que entre ellas concilien o se sometan a los dominadores en la misma. Esto explica que la imagen del Estado frente al espejo -a un espejo estandarizado, no de circo- sea virtual de lo virtual, pero parezca real. En fin, el Estado es Estado real, siempre desde la perspectiva de los dominadores. No hay Estado desde la perspectiva de los dominados, pese a que en muchas luchas y proyectos revolucionarios por alcanzar sociedades de nuevo tipo, se haya comenzado por intentar renovar al Estado o se asuma la utopía de una sociedad sin Estado.
En Venezuela, la Revolución Bolivariana y Chavista, bajo el liderazgo del creador y proponente de la 5a República, Comandante Hugo Chávez, el primer desafío que se asume desde el Gobierno, a comienzos del año 1999, es imaginar un Estado distinto al impuesto por el capital y programado por los gobiernos dictatoriales que se disfrazaban de “democracia representativa” luego de un acuerdo de élites partidistas conocido como el “puntofijismo”, por el lugar donde se firmó el mencionado acuerdo. Por eso, cuando el recién electo presidente Hugo Chávez se juramenta ante el mandatario saliente, su juramento de ley lo hace ante una Constitución a la que ya consideraba caduca y sustituible, a la que califica de “moribunda”. Paso siguiente, el revolucionario presidente constitucional llama al poder originario y soberano para que se conforme en Asamblea Nacional Constituyente y debata una nueva legislación, el surgimiento de una nueva Constitución y la alborada de la 5a República, 200 años después de la caída de la primera, que había fundado el propio Libertador Simón Bolívar.
En todas esas acciones y sus motivaciones, es evidente que el líder revolucionario y los primeros seguidores de su proyecto, basado en lo que llamara “árbol de las tres raíces” (con principios e ideas de Simón Bolívar, Samuel Robinson y Ezequiel Zamora), estaba pensando en erigir un nuevo Estado. Lo que sí se prefiguraba claramente era el progresivo derrumbe del Estado precedente. “Lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer” se mueve en una dialéctica social, política y pretendidamente económica, que genera una “carta de navegación” para la liberación nacional y el logro de la independencia definitiva, la cual hoy conocemos y defendemos como Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
A 18 años de aquellos primeros pasos, la idea del nuevo Estado Revolucionario, sigue en construcción y es una tarea que se profundiza bajo distintas bases, como la de las misiones sociales para establecer nuevas relaciones entre las y los venezolanos. Sin embargo, la conflictividad entre el Estado burgués -rendido al modelo capitalista y al dominio imperial que política y militarmente le regula- y el Estado de las y los patriotas bolivarianos, se expresa a instancias inéditas pero dentro de la característica lucha de clases mundial, entre burgueses y proletarios.
Por eso, cuando esa lucha se hace hoy más evidente y la burguesía explotadora y sus aparatos políticos y militares desarrollan acciones terroristas, conflictivas, saboteadoras, de guerra económica y mediática, para desestabilizar al Gobierno Revolucionario, Bolivariano y Chavista, que constitucionalmente preside el camarada Nicolás Maduro, su interés por acabar con la soberanía de Venezuela, nuestra democracia y avances en la construcción de un nuevo Estado para la paz, la multipolaridad, la independencia y la Patria socialista, les lleva a actuar amenazadora, desestabilizadora, terroristamente, en contra de nuestro pueblo y por la apropiación y el control de nuestras riquezas, de nuestro petróleo y de nuestra memoria.
Aquí hay un pueblo firme, que no se mira a los espejos y mucho menos a los de circo. Aquí hay un pueblo de sentir patriótico y convicción cada vez más socialista, que le dice al “muñeco de ventríloco” llamado Donal Trump: ¡Váyanse al carajo, yanquis de mierda! Que este pueblo y a esta revolución, se respetan.
Ilustración: Xulio Formoso