Es el aniversario 47 de uno de los más cruentos golpes de Estado que haya dado en Nuestramérica el imperialismo yanqui-sionista, siguiendo las órdenes de los amos del mundo. Las protestas que estallaron el pasado año en la ciudad de Santiago y se extendieron contundentemente por varias otras ciudades se convirtieron, en muy poco tiempo, en un grito unánime que pedía la renuncia del presidente Sebastián Piñera y la convocatoria a una Constituyente.
Un pueblo acosado aún por los estragos de la dictadura fascista y neoliberal que encabezara Augusto Pinochet desde 1973, estalla con firmeza y pocos deseos de abandonar las calles hasta alcanzar una auténtica democracia.
En marzo de 1998 Pinochet tenía 82 años de edad y acababa de abandonar el cargo de Comandante en Jefe del Ejército chileno y seguía siendo «democráticamente» un senador vitalicio en el Parlamento de su país. Un cuarto de siglo antes, había entregado en «bandeja de sangre» al primer pueblo del mundo que en 1970 accedía democráticamente al poder político gubernamental, a través de elecciones libres.
Salvador Allende, acompañado por los votos organizados desde la Unidad Popular, se convertiría allí en Presidente de la República al frente de un proyecto socialista de liberación Nacional. En menos de tres años, sería derrocado y asesinado en el Palacio de La Moneda tras un cruento Golpe de Estado planificado por la CIA y ejecutado, con el concurso financiero de transnacionales como ITT y el periódico El Mercurio, por fuerzas militares traidoras bajo el mando de Augusto Pinochet.
Desde entonces, en 1973, la dictadura fascista se entronizaría hasta dar paso a un plebiscito que, en 1989 aprueba «reformas» vigentes hasta hoy, como una forma de prolongar la estructura dictatorial pinochetista hasta el presente «democrático» que encabeza Sebastián Piñera.
Es así como la convocatoria para el actual plebiscito a realizarse el 25 de octubre de este año, comenzó en octubre pasado. Debió realizarse en abril, pero los efectos de la pandemia por Coronavirus y el aislamiento de la cuarentena, obligaron a reprogramarlo.
De una u otra manera el pueblo no ha dejado de estar virtualmente movilizado y atento a su descontento y protestas iniciales, en procura de un cambio radical, pero es indudable el enfriamiento progresivo de las luchas.
Para octubre deberá aprobarse el camino hacia la conformación de una Constituyente que sólo unos pocos partidos ultraderechistas y progubernamentales rechazan.
Esta semana de septiembre, la memoria viva del pueblo chileno se hará sentir nuevamente desde el dolor y la barbarie que se inició el 11 de septiembre de 1973 al instaurarse la dictadura de Pinochet y, es muy probable, que se reencienda en las calles el vigor de las llamas de la libertad por una democracia verdadera.
Las esperanzas de un pueblo todavía víctima del fascismo están hoy creciendo por un Chile libre, democrático y con la Constitución que ese mismo pueblo se dará.
Ilustración: Iván Lira