Miguel Adrián, mi hijo de casi siete años, me pidió como regalo de cumpleaños un saquito de metras. Acostumbrado como está al natural acceso de su generación a entretenerse con videojuegos, computadoras, teléfonos celulares y cuanto aparato electrónico existe, para el niño fue una revelación conseguirse con otros chiquillos jugando metras en un terrenito cerca de casa.
Luego de la correspondiente ronda de preguntas sobre el tradicional juego de metras, Miguel se mostró bastante interesado y les preguntó a los vecinitos si podía jugar. Uno de los muchachos le prestó una metra para que se estrenara, y aunque las cosas no salieron como él pensaba, se le despertó aquella pasión ancestral de arrastrarse en la tierra intentando golpear las diminutas bolitas.
Hablar hoy de juegos tradicionales para niños es como contar leyendas casi prehistóricas. Aunque en muchos lugares aún los chamos siguen jugando metras, trompos, perinolas y papagayos, cada día son menos los niños que se involucran con estas sanas formas de entretenimiento que heredamos de nuestros padres y que nunca creímos ver desaparecer.
Uno ve a los muchachos jugar en la calle con estos artilugios, y no puede hacer menos que aplaudir a estos valientes cultores de los juegos tradicionales. Gracias a ellos, y seguramente a la influencia de sus ancestros, estas formas de entretenimiento no han desaparecido del todo, y se convierten en símbolos de resistencia cultural que debemos cuidar con esmero.
Sin embargo, las sociedades son cambiantes y debemos entender que ya estamos en la transición entre las generaciones que conocimos el cassette y los LP´s y los que ni siquiera saben para qué sirvieron los CD´s. No me atrevo a asegurar que estos juegos memorables desaparecerán algún día, pero sería comprensible que en un par de generaciones más, las recordemos como nuestros abuelos nos contaron sobre el telegrama.
El juego en colectivo
Lo que nunca debemos dejar perder es el contacto directo entre los muchachos para que se entretengan con sanos juegos en equipo. La computadora, la Tablet o el teléfono inteligente se están robando la forma en que los niños y jóvenes de hoy socializan. La disminución de los niveles de atención sobre cualquier cosa que les rodea, se está convirtiendo en un problema de salud pública que debemos atacar pronto.
No se trata de alejarlos de la tecnología. Los niños de hoy nacieron totalmente aptos para su tiempo histórico y, estemos claros, manejan estos aparatos mucho mejor que nosotros. Evitar que usen estos artefactos equivale a que a las generaciones anteriores les impidieran ver TV, escuchar radio o activar sus acetatos. La represión nunca educará como lo hace la orientación y es allí donde entramos como padres heroicos a sembrar conciencia sobre el uso correcto de redes sociales, internet, video juegos y sus derivados. Establecer tiempos de uso es imperioso.
También es sano incentivar el deporte físico y el desarrollo mental de los muchachos, dejar que exploren su creatividad más allá de los parámetros que dictan las aplicaciones, software y la velocidad de conectividad. Una buena dosis de contacto con el ambiente semanalmente, con sus pares, con la naturaleza, le ayudarán en su forma de relacionarse con otros sin pantallas de por medio.