¿Cuántas veces escuchamos, soy como soy y el que le guste bien? Poniendo énfasis que el otro me tiene que aceptar tal cual soy, pero ¿acepto al otro tal cual él es?
Muchas veces exigimos un respeto que nosotros no tenemos por los demás. Muchas veces exigimos una comprensión que nosotros no tenemos con los demás. Pero ¿a quiénes abarca el término los demás? ¿El otro quién es? Podríamos decir que el otro es todo aquel que no soy yo.
También podríamos decir que el otro es todo aquel que está como límite, límite en el sentido que por el otro me defino, ya que al ser lo que no soy, me ayuda a saber lo que soy. Pero es tan así ¿el otro es tan lo que no soy? O el otro tiene mucho de lo que soy y no veo o no quiero ver.
En primer lugar el otro es tan humano como soy, corporalmente y en la forma de moverse, conocer, comunicarse tenemos las mismas formas. El otro es tan yo como yo. El otro tiene tanto derecho al error, a la falta, a equivocarse como tengo yo. Entonces ¿por qué muchas veces le exigimos al otro, cosas que a nosotros no?
Quizás el problema sea la incomprensión que tenemos hacia el otro, quizás el problema sea que no nos ponemos en el lugar del otro. Quizás porque vemos al otro como alguien ajeno y no un ser humano igual que yo.
Porque en última instancia, yo soy otro para otro.
El otro está
en la vereda
del frente.
Como flor,
abrigo,
puerta,
desamparo.
El otro soy yo
en la mirada
de otro.