“Cuando él era muchachito, las cositas te pedía; y si tu no se las dabas, las mangaba, como quiera las cogía”. Esta es una de las frases más famosas del tema “Juanito Alimaña”, inmortalizado por el boricua Héctor Lavoe, que describe la vida y obra de un delincuente mañoso, caprichoso y que siempre se sale con la suya. Usamos esta frase porque ella recoge el espíritu de nuestra columna de esta semana: los niños caprichosos, de dónde vienen y cómo enderezarlos a tiempo para que no lleguen a ser “Juanito”.
Me perdonarán la comparación que tal vez parezca exagerada y hasta ofensiva para algunos, pero muchos de los problemas sociales que vivimos hoy son consecuencia de niños que fueron criados al estilo que narra la canción, y nuestra tarea es alertar sobre ello y evitarlo a futuro.
En principio debemos saber que un niño caprichoso es el resultado de un chamo al que no se le puso ningún límite, está muy falto de atención, o por el contrario, tiene tanta atención que lo absorbe todo cual publicidad de esponja de fregar. Los niños caprichosos no saben controlar su frustración, es decir, cuando algo les sale mal o se les niega, entran en cólera incontrolable, arman berrinches y manipulan con toda una puesta en escena bastante desagradable.
Un chamo caprichoso desconoce el valor de las cosas, no sólo por lo monetario, sino porque no sabe lo que cuesta ganarse algo, destruye los juguetes y objetos personales (a veces ajenos) sin el menor remordimiento y pide un reemplazo del artículo destruido de manera inmediata. Los niños caprichosos son egocéntricos en extremo y no piensan ni les interesan las necesidades de los demás.
Saber decir que NO
En la psicología moderna, muchos especialistas coinciden en que decir que NO a todo lo que pide un niño puede hacer mella en su autoestima. Pues ni tan calvo ni con dos pelucas, porque un NO a tiempo puede prevenir males mayores. Cuando niegas de manera razonada, le darás herramientas al chamo para que entienda argumentos y explore la opinión de otros más allá de la propia.
La página de Youtube “Hacer Familia”, recomienda diferenciar entre capricho y deseo. Cuando un niño tiene un deseo, también expresa sus razones por las que quiere algo y le da forma a su petición, tiene ilusiones y manifiesta expectativas. Uno lo sabe por el brillo especial en los ojitos. En cambio los caprichos no tienen motivo: “lo quiero porque sí”, “lo quiero porque `Fulanito´ lo tiene”, “lo quiero porque está de moda”. Complacer estos caprichos, seguro te traerá más de un problema.
¿Cómo evitamos un “Juanito” en casa?
El fijar límites es la principal tarea. Pese a lo obvio, para muchos padres eso de fijar límites es muy difícil o cuanto menos, fastidioso. Es más cómodo darle al muchacho lo que pide para que se calle, que hablar con él y explicarle por qué no puede querer ni necesitar todo lo que pide. Para ello, los padres deben trabajar en equipo. No es aconsejable operar como el policía bueno y el policía malo, lo que ambos acuerden, es lo que se decidirá para el bien de todos. Especialmente el bien del pequeño.
Un niño caprichoso puede estar requiriendo más atención de nuestra parte, si es así, procura pasar más tiempo con él, organiza paseos, juegos, salidas, ver un programa de Tv juntos. Esta estrategia debe estar acompañada de límites también, porque el niño debe saber que sus padres también deben dedicar su tiempo a otras cosas. Darle todo y de todo, en todo momento, es una exageración que también traerá dificultades.
Enséñale el valor de sus pertenencias y no lo abarrotes, ni permitas que nadie más lo abarrote de juguetes, dulces o cosas que le gusten. Debes dosificarle el acceso a sus bienes más preciados para que aprenda a disfrutarlos, quererlos y cuidarlos. El valor de las cosas no es sólo lo que cuestan, sino lo que significan para nosotros.