De manera particularmente curiosa, los capitalistas amos del mundo, escogieron a EEUU como árbitro hegemón que centraliza «penas y glorias» luego del derrumbe simbólico del Imperio Británico.
Lo que ha cambiado en esas altas instancias de dominación ha sido, definitivamente, para que nada cambie.
No digo nada nuevo, pero es una importante premisa para abordar este Diálogo semanal, puesto que en Venezuela o de Venezuela se habla con insistencia por todas partes acerca de la guerra… si está por venir, si más bien llegó o si está por terminar.
Quizá sea bueno que nos pongamos de acuerdo en lo que estamos entendiendo por guerra. Luego de finalizada la segunda de ellas, considerada por quienes la impulsaron como de carácter mundial, se ha estado hablando de una tercera y definitiva pues acabaría con el planeta. Es la era de las potenciales conflagraciones nucleares, para cuya entrada ya se han utilizado «pruebitas» como aquellas de consecuencias genocidas,ensayadas en Hiroshima y Nagasaki hace un poco más de medio siglo.
Simbólicamente, los gringos han creado en la mediática una imagen de que ellos son los paladines de la «democracia» y de la «libertad». La mejor representación de esa gran mentira con la que han ideologizado a los pueblos del mundo, es el extraordinario dibujo con el que mi tocayo Iván Lira acompaña este artículo. La única «libertad» que puede disparar el soldado yanqui es la de esa escultura que empuña o se exhibe como emblema en Nueva York.
El afán de quienes se creen amos del mundo no se limita a Venezuela, aunque en la actualidad se centren en nuestro país como parte de una estrategia que en la región apunta también a Cuba, Nicaragua y Bolivia.
Con relación a nuestra Venezuela los desafíos pretenden debilitar nuestra conciencia y firmeza. Si el Imperio militarista yanqui-sionista lograra colocar su «planta insolente» en nuestro suelo sagrado su objetivo estaría en expandirse rápidamente para ampliar y consolidar «su patio trasero» y avanzar en una demostración de fuerza mundial que -sin dudas- no será como la que están imaginando y, muy probablemente signifique para ellos una derrota de grandes y definitivas proporciones no sólo en el terreno militar concreto sino también en el de la hegemonía imperial que han disfrutado hasta el momento.
La guerra a la que nos referimos, la que de manera puntual han desplegado contra Venezuela, comenzó hacia 1989 en una nueva fase luego de que el pueblo venezolano derrotar a en la calle al gran hegemón mundial cuando pretendió aplicar su paquete neoliberal en tierra venezolana.
Comenzó, desde aquel instante, una guerra silenciosa de ideologización, de ablandamiento de la conciencia y de búsqueda de «grietas» por donde penetrar para el despliegue descarado y sin cortapisas del neoliberalismo.
Las batallas mediáticas de cerco interno y de «posicionamiento» hegemónico mundial no son exclusivamente de los últimos meses (es más, podríamos remontarnos a los tiempos de conquista y colonización para entenderlas bien desde sus raíces, pero no nos vayamos tan atrás en este momento). El Imperio del capital necesita profundizar en las expresiones económica, financiera, psicológica, mediática, las de la llamada «guerra psicológica», «guerra silenciosa» o «guerra de IV generación» para luego acudir a la militar («todas las opciones están sobre la mesa», no se cansan de vociferar sus policías-parlantes).
A la guerra actual contra Venezuela no se le avisora final por los momentos. Nuestro pueblo resiste, aprende, se pertrecha y avanza con convicción de victoria. En medio del conflicto, nuestro odio de clase es una fortaleza proletaria que asomó recientemente en 1989 y que ya no se irá más, hasta vencer o vencer.
¿Está por terminar la guerra? Sin dudas que no. Es probable que aparezcan etapas mucho más cruentas. «¡Nervios de acero, Nicolás!», que los desafíos del legado de Chávez así lo aconsejan… Y tod@s somos Chávez, ¡Recuerda!
Ilustración: Iván Lira