En abril de 2002 surgió una consigna política que respira viva en la actualidad venezolana. La Revolución de Chávez corrió a rescatar al Comandante Presidente, cuando fue secuestrado en medio del desarrollo del Golpe de Estado que nos propinó el Pentágono, luego de un fuerte asedio que se fue incrementando progresivamente.
“¡Cada 11 tiene su 13!”, se le advierte, desde entonces, a la canalla imperial y a los apátridas que juegan a la traición y al entreguismo. Tan sólo 47 horas fueron suficientes para una de las victorias populares más contundentes e inéditas de la historia de los Estados, sus golpes y estabilidades basadas en el consenso y la represión, que les son intrínsecos.
La consigna no es universalizable, por ahora. “Todo el poder a los soviets” es una consigna rusa, propia y exclusiva de la victoria bolchevique de 1917. Se pueden procurar adaptaciones de la frase agitativa y propagandística, peo su dimensión no será tan exacta como lo fue bajo el liderazgo de Vladimir Illich Ulianov, Lenin.
Por eso, si volvemos sobre la consigna Bolivariana y Chavista –de fundamento real y tangible- que concluyó en que todo 11 tiene su 13, deberíamos estar esperando que aquellos 11 de septiembre, de 1973 y de 2001, encontrasen sus respectivos 13 de liberación y victoria.
¿Qué pasa? Bueno, por una parte, que no hay historia lineal ni cíclica y que cuando un acontecimiento ocurre, con su correspondiente huella histórica, sólo la primera vez es real y dramática. Cualquier repetición es sólo posible en la forma teatral de farsa.
El 11 de septiembre de 1973, las fuerzas imperiales gringas al servicio del capital y los apátridas chilenos, apoyados por el ejército traidor dirigido por Augusto Pinochet, consiguen derrocar y asesinar al compañero presidente Salvador Allende, en medio de un ataque feroz por aire y tierra, que procuró no dejar “piedra sobre piedra”.
El 11 de septiembre (¿casualidad?) de 2001, las fuerzas imperiales gringas al servicio del capital y la inescrupulosidad del Pentágono, atacan y derriban las torres del Trade Word Center, emblema de dominio financiero mundial, en el centro de Nueva York.
Según la posterior fórmula venezolana, hecha consigna, los pueblos chileno y estadounidense deberían ser “esperados en la bajadita” por un 13 liberador, confirmando que cada 11 tiene su 13.
Repito, la historia no se repite. El drama es -una segunda vez- farsa. Acabamos de conmemorar 44 años del dolor generado por el imperialismo y las fuerzas armadas, cobardes y apátridas, que encabezara Pinochet, contra el pueblo chileno, en 1973. La planificación simbólica del imperialismo escoge 11 de septiembre para autoimplosionar las torres gemelas de Manhatan, tratando de reforzar, en el imaginario colectivo, el poderío militar imperial que había logrado vencer –en 1973- el avance socialista y antiimperialista del pueblo chileno bajo el liderazgo y gobierno democrático del compañero presidente Salvador Allende.
El uso de cierta simbología (numérica, en este caso) no es algo azaroso. En el caso de los dos días 11 de septiembre, en años diferentes y mediante expresiones de guerra diferentes entre sí, se trata de una manipulación mediática para que la conciencia colectiva se incline hacia la aceptación del poderío militar gringo como forma de contención e imposición, justo cuando se han agotado las posibilidades de consenso.
A la arremetida mediática y simbólica del 11, hay que enfrentarla con la contraofensiva –contrahegemónica- del 13. Es nuestra opción simbólica para expresar que nuestro pueblo no duerme, que está alerta, que no le asusta ningún 11 y que –en todo caso- tiene su 13 de Poder Popular para contener y vencer.
Ilustración: Xulio Formoso