Yo no me llamo Victoria por casualidad. Desde que mis padres decidieron casarse y hacer familia, deseaban con mucha fuerza tener una bebé. 3 años de tratamientos y búsqueda exhaustiva de quién sería la heredera, la primogénita. Hasta que llegué yo, ¡triunfaron! Obtuvieron LA Victoria. Ese jueves 26 de noviembre, a las 4:25 de la tarde, en la clínica La Floresta, había llegado este caramelito. Desde entonces, en esa fecha, sería: la cumpleañera.
Niña mimada
Sí, exactamente eso fui, la propia niña mimada. Fui (y aún lo soy) lo más consentida que se pueda, con muchos tíos y amigos que me llenaron de amor y regalos. Siempre había fiesta en esa fecha. Torta y gelatina, en la casa y cuando ya estaba en el colegio también había pasapalos y refrescos para los muchachos. Fotos, montones de fotos, varios rollos se revelaban con cada año cumplido. Hay una foto en particular en la que salgo llorando frente a la torta de chocolate que tenía mi nombre hecho con dandys, estaba desconsolada porque dándole a la piñata de los pitufos (que me había confeccionado mi abuela), me cayó el palo en la cabeza y me hizo un chichón horrible y además tuve que calarme el chalequeo de mis amiguitos porque no sabía darle duro a la piñata.
A medida que pasaban los años, las celebraciones variaron según mi estado anímico y las decoraciones dependían de la comiquita o juguete que estuviese de moda. Siempre fui fan empedernida de la Mujer Maravilla (WonderWoman), hasta creo que me convertí en periodista gracias a la inspiración de Diana Prince y así ocurrió que una vez, en unos carnavales, me disfrazaron de esta superheroína y mi papá improvisó un estudio fotográfico en el balcón de la casa con una cobija y sacó unas cuantas fotos para regalar.En cada casa de mi familia, había un retrato de Victoria haciendo varias poses típicas de esta amazona de las historietas.
Rosa
Les cuento esto de la foto de WW, por lo siguiente: para cuando llegué a los 15 años me preguntaron: ¿quieres viaje o fiesta? Y yo dije ¡FIESTA! y recuerdo que mi mamá me preguntó a cuántos amigos iba a invitar. Seguramente la lista llegaba a 200 personas, entre mis amigos del colegio, los panas del edificio y la familia, pero mi mamá dijo que serían 80 invitados máximo, por lo que tuve que reducir la lista a sólo 50 amigos y el resto sería familia y amigos de mis papás que me habían visto crecer. No hubo miniteca, porque no había tanta plata para eso, pero sí tuve una roccola para seleccionar la música y fue lo máximo, todo el mundo tuvo que ver con ella, aunque había veces en que la misma canción se repetía. Bailamos La Macarena y El Meneíto unas 30 veces.
Mi vestido era rosa pálido, corte princesa, sin mangas y corto hasta la rodilla. Mandado a hacer por un renombrado diseñador de misses que, cada vez que iba a la prueba, me recordaba lo gorda que estaba, como fue un regalo de mi madrina, por eso lo acepté, era rosado. ¿Les dije que era rosado? Era perfecto para mi tono de piel que previamente había bronceado para que el contraste fuese espectacularmente caribeño, pero todo eso lo arruinaron en la peluquería donde me maquillaron, porque parecía que me hubiesen dado «torta en la cara» al mejor estilo del programa MegaMatch. Ah y otra cosa con respecto a mi outfit de esa noche, para esa época, una compañía de productos lácteos había sacado una publicidad con unos niñitos disfrazados de animales y con un jingle pegajoso y cuando mis amigos del colegio me vieron en esa tonalidad, ya se imaginan lo que sucedió. Sí. Me convertí, hasta el fin del año escolar, en el cerdito color rosa de la Parmalat. Pero mis quinces no terminaron allí.
Ya les había contado que soy la menor de una primera camada de primos y primas, estos seres que adoro, no sólo se encargaron de decorar todo el salón con un techo lleno de globos blancos y rosados, sino que además me hicieron un regalito a mitad de la fiesta. Bajaron las luces, apagaron la música y mi primo Richard pidió la palabra. Los coñosdesusmadres agarraron una de las fotos que les conté y la ampliaron a medio pliego, para develarla frente a todos mis amigos del liceo. Bajo el nombre de «Wonder Woman Forever» pegada en una cartulina roja metalizada, dieron un discurso donde me halagaron y dijeron lo maravillosa que soy, después en otra en tamaño carta, la usaron para que escribieran lo mucho que habían disfrutado los invitados este magno evento.
Fiestas patronales y octavitas
Ya cuando fui creciendo mi cumpleaños se convertía en las fiestas patronales, salía con mis amigos de la universidad, con los del liceo, con los del edificio, con los amigos de la vida y siempre cenaba con mi familia para que me picaran la torta, preferiblemente de chocolate, aunque tuve cheesecake, profiteroles y hasta de zanahorias. Una vez andaba haciendo dieta y mis compañeros de trabajo compraron un poco de frutas y las pusieron en una bandeja, esa fue mi «torta» en la oficina, ¡hasta una piña compraron! Este año creo que cambiaré y no quiero tortas, quiero donas, ando fiebrúa con lo de las donas. Es más práctico, no necesitas platos ni cucharillas y en un sólo bocado tas listo. Espero que alguien se digne a invitarme a comer sushi porque ya lo extraño, se ha convertido en todo un lujo y esta es una ocasión especial.
A pesar de que nunca me han hecho una fiesta sorpresa, siempre he disfrutado mucho mis cumpleaños, de hecho hace un par de años, me dieron tremenda sorpresa cumpleañística: me regalaron un anillo de compromiso, Sí. Me propusieron matrimonio en el mismísimo día de mi cumpleaños, fue el mejor regalo de esa vez, aunque ya no existe en mi vida, fue bonito mientras duró, aún conservo el anillo pero no la promesa ni el compromiso. Para mi desgracia jamás podré olvidar eso.
Celebrar la vida
Hay quienes se deprimen cuando cumplen años, por aquello del miedo a envejecer, yo en esta oportunidad andaré medio pachucha porque mi hermana está muy lejos y no me despertará con sus tarjeticas de felicitación hechas a mano y con sus mensajes que me abruman siempre.
Están quienes se borran de la pea celebrando, puedo recordar varios años consecutivos que nos íbamos a BeerStation en Las Mercedes porque los cumpleañeros no pagaban entrada, ya se imaginarán cómo salía arrastrada de allí. Después me dio por calmar a la bestia alcohólica y me limité a compartir con mis seres queridos en casita.
Yo por mi parte deseo, lleno de luz este día, que pueda agradecer por otro día de vida y todo lleno de alegría. Pueden pasar muchas cosas, capaz me llega otro anillo u otra pea, quién sabe.
Se vienen los #Ti5deVicky y como dice Fulanito de tal: ¡que comience la fiesta!