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En el mes del cine venezolano: ¿cuánto nos interesa el cine nacional?

La memoria del venezolano es exigua, vive de la inmediatez, de la novedad, de lo que va sucediendo. La tendencia de los habitantes de este país se inclina por ignorar su propia historia y eso incluye su cultura, música, arte y su cine. El 28 de enero será otra vez el Día del Cine Venezolano y me pregunto si otra vez esa fecha nos encuentra con una gran y orgullosa ignorancia sobre lo que en materia cinematográfica se ha hecho en Venezuela.

No se trata de decir que tenemos una historia cinematográfica plena de aciertos, por el contrario, estamos llenos de errores, de obras poco acabadas con graves problemas a todo nivel: técnicos, actorales, de producción, de guión, etc. No obstante, también existen producciones venezolanas que poseen gran calidad y que sorpresivamente no han sido apreciadas por la mayoría de los venezolanos quienes incluso desconocen su existencia.

Y esta no es una presunción mía, es una conclusión a la que he llegado, cansada de escuchar –y leer- ese cliché que vincula el cine hecho en Venezuela con una narrativa que sólo incluye “malandros y groserías”. Este es un prejuicio que dibuja la ignorancia que poseemos sobre nuestro pasado fílmico y que limita aún nuestro presente.

En Venezuela, el cine nacional no goza de gran popularidad, a pesar de los reconocimientos que ha cosechado en los últimos tiempos. Al parecer no interesa lo suficiente todavía y no quiero sonar pesimista, pero el comportamiento de la cartelera nacional no me dejará mentir. Muchas películas venezolanas al ser estrenadas duran escasas semanas en exhibición y se pueden ver en pocas salas.

Muchas veces cualquier cinta de Hollywood tiene en un mismo cine 3 salas para su exhibición, mientras que una película venezolana tiene una y en un horario poco conveniente. No se trata de que por ser nacional una cinta merece más o menos espacio, sólo creo que muchas veces las películas venezolanas no son tratadas con justicia y eso no se debe a otra cosa que al escaso interés del público.

Ese desinterés surge de los prejuicios y esos prejuicios se originan debido al desconocimiento.

Particularmente me gusta el buen cine, no me fijo en su país de procedencia, por ello sé que hay producciones buenas, malas y regulares en todas partes del mundo.

Cintas como “Golpes a mi puerta”, “Disparen a matar”, “Oriana”, “Una vida y dos mandados”, “Vivir de Imaginar”, “Tamara”, “Desnudo con Naranjas”, “100 años de perdón”, “Adiós Miami”, entre otras, me permiten afirmar que hay belleza dentro de la historia cinematográfica venezolana.  También hay talento y sobre todo, un sinfín de historias que nos hablan un poco de lo que somos, de lo que hemos sido cinematográfica, social y culturalmente.

No conocer nuestro cine, así sea para juzgarlo – pero desde el conocimiento real- es una forma de negarse a ser parte del relato del país en el que vivimos.

En este mes del cine venezolano, sólo queda invitarlos a darse una vuelta por las salas de cine y disfrutar de los documentales y películas nacionales en cartelera. Además ponerse al día mirando en sus casas algunas cintas que están disponibles online.

¿Cuánto nos interesa el cine venezolano? ¿Cuánto nos interesa nuestra historia contada –para bien o para mal- en retazos de películas? Cada uno tendrá su respuesta.

Luisa Ugueto
@luisauguetol
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