El patriotismo y el sentido de pertenencia tienen una importancia fundamental para un gran porcentaje de personas. Eres tu país, tu comunidad, tu región, tu barrio, al menos según la opinión de algunos. Sin embargo, los valores que conforman la personalidad, los gustos y las elecciones individuales se generan mayoritariamente en una zona de la conciencia que nada tiene que ver con el entorno geográfico. Todos podemos elegir seguir el camino que nos marca nuestras circunstancias iniciales o torcer el propio destino para movernos hacia otros rumbos. En “El ciudadano Ilustre” el escritor Daniel Mantovani (Oscar Martínez) vuelve a su pueblo luego de haber pasado más de cuarenta años intentando huir de él. La cinta, que forma parte del primer Festival de Cine Argentino que se realiza en diversas salas del país, muestra los desencuentros que se le presentan al volver a estar en contacto con su lugar de origen, ese sitio al que se supone pertenece.
Uno de los valores fundamentales de la película dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn recae en el uso del humor para contar una historia densa que posee un gran porcentaje de melancolía, reflexión e incluso cierta nostalgia. El uso de la ironía en el filme permite que podamos reírnos de situaciones que podrían ser trágicas, pero el tratamiento que se les otorga ayuda a que el ritmo de la película nunca decaiga. En esta cinta no se cumple aquello que afirma Woody Allen: “el cine que busca la belleza es casi siempre un cine sin risas”, aquí hay risas y belleza en partes iguales.
El filme, escrito por Andrés Duprat, hermano de uno de los directores, se sustenta en los detalles y los buenos diálogos, encargados de construir un relato que da lugar a un sinnúmero de interpretaciones. Tal y como se dice en el filme, no existe la realidad, solo las interpretaciones que se hacen de ella, en este aspecto “El ciudadano Ilustre” permite una experiencia cinematográfica que te otorga la libertad para elegir que creer, para que cada uno interprete lo que se presenta de un modo diferente.
Daniel Mantovani, el protagonista de esta historia, gana el Premio Nobel de Literatura y regresa a Salas, su pueblo natal, para participar de una serie de homenajes, ya que desean nombrarlo “Ciudadano Ilustre”. Aunque en un principio no le genera gran interés la invitación, luego decide aceptar.
El personaje interpretado por Oscar Martínez, posee una personalidad bien definida que se transfigura a medida que la cinta avanza, para finalmente volver al punto de partida.
La verdad aparente
Esta cinta refleja (y es otro de los aspectos que la hacen interesante) lo determinante que puede llegar a ser vivir sujetos a las apariencias. En el juego de las farsas, el mundo puede ensalzarnos o aplastarnos, la hipocresía, las convenciones sociales y un supuesto orden pueden enmascarar la infelicidad, que no desaparece, a pesar de no estar a la vista de todos.
La película se asemeja un poco a una de las cintas anteriores de Duprat y Cohn, “El hombre de al lado” donde las apariencias encubren una realidad poco halagüeña. No obstante, en “El ciudadano Ilustre” hay mucho menos drama, a pesar de que posee igual profundidad.
El equilibrio entre risas y reflexión, lo simple de un discurso que nombra realidades complejas son atributos que hacen de “El ciudadano Ilustre” una película impecable, emotiva, divertida y reflexiva.
El Festival de Cine Argentino formará parte de la cartelera nacional hasta el 20 de julio.
Calificación: Muy buena.