A Luis Alberto Lamata le gusta el cine histórico, su filmografía no me dejará mentir, ha dirigido algunas cintas de ese corte: “Jericó” (1991), “Miranda Regresa” (2007), “Taita Boves” (2010). Más recientemente, “Bolívar, el hombre de las dificultades”, y “Azú”, ambas estrenadas en el 2013. Desnudo con naranjas se diferencia en mucho del resto de sus producciones históricas, básicamente por dos razones, la primera es que posee una calidad uniforme en todos los elementos que la conforman y la segunda es que conmueve, es una película con alma, de esas que son capaces de alterarte.
Esta cinta acaba de cumplir 20 años desde su estreno y bien vale la pena volver a ella para redescubrirla.
Nada parece fallar en la comunión existente entre los elementos que componen esta historia de amor, una épica que como cualquier cinta de esta envergadura (filmada en exteriores), seguramente precisó de un presupuesto que no dejó nada fácil la tarea de su realización.
Inspirada en el relato “El genio de la botella” de Robert Louis Stevenson, y ambientada en los años de la Guerra Federal venezolana de mediados del siglo XIX, la película nos cuenta la historia de amor entre Margarita, “la mudita” (Lourdes Valera) y “el capitán” (Daniel Alvarado), quienes en la soledad y la desgracia se encuentran.
¿Cómo se puede contar algo obvio de forma novedosa? ¿Cómo hablar de amor sin hacer reiteraciones o caer en frases hechas o lugares comunes?
En “Desnudo con naranjas” se demuestra que el mejor modo de convocar una idea es hablar de ella sin mencionarla. Para hablar de amor es mejor mostrar sus efectos o describirlos, contraponerlos con la realidad del mundo, a veces cruel, a veces inhumana.
“Los ojos después de ver tanta cosa fea, pierden la costumbre de ver lo bonito, pierden la maña”, se dice en la cinta. Tanto Lourdes Valera como Daniel Alvarado y el resto del elenco, trasmiten a plenitud la emoción fundamental de la película: el descubrimiento de un paraíso en el infierno.
Calificación: Muy Buena.