El corazón de cualquier ficción es una historia impactante, es allí donde comienza todo. Más allá de su formato: cine o televisión, si existe un por qué, una historia que contar el realizador tiene la mitad de la tarea hecha.
En los últimos años, el auge de series de televisión con calidad cinematográfica ha logrado capturar al público, que encuentra en un formato tan accesible como la televisión lo que muchas veces es esquivo en el cine de nuestros días, lleno a veces de tantos despropósitos.
Hace algunos años pudimos experimentarlo, cuando el venezolano Edgar Ramírez protagonizó la mini serie de Olivier Assayas “Carlos”, la cual recibió incontables premios, por escarbar en la vida del terrorista latinoamericano y exponer detalladamente al hombre detrás del mito.
Y es que una serie bien hecha ofrece algo que una película no brinda del todo: la posibilidad de escarbar en los personajes, mostrar su evolución y la complejidad de sus emociones. Las series cuentan con el tiempo para mostrar con detenimiento, y haciendo uso de diversos recursos y herramientas, los motivos que llevaron a sus protagonistas a ser lo que son.
Creo no equivocarme si digo que en América Latina, nunca se había hecho una biografía sobre un músico popular de un modo tan preciso y verosímil como se ha realizado en Hasta que te conocí. En Latinoamérica, en televisión existe la tendencia de contar la vida de personajes al borde de la ley, mafiosos, narcos, nunca cantantes ni compositores.
En el cine si se ha relatado la vida de algunos intérpretes latinos, pero en sus facetas más escandalosas, en biopics malogradas que explotan la tragedia, los errores y el mal gusto. Películas que no responden a la pregunta principal que nos hacemos cuando alguien nos cuenta la vida de un personaje de este tipo: ¿Por qué merece ser contada su historia? ¿Cuál es su valor?
En Hasta que te conocí la creatividad y diversos recursos cinematográficos juegan a favor de un proyecto que relata la vida de un cantante latino, más allá del oropel y los lugares comunes. El recurso de la voz en off sirve para hilar la historia sobre como un músico se convierte en músico, y de paso explicar, a través del relato de su vida, el verdadero sentido de una obra que abarca más de un centenar de canciones y la construcción de una expresividad original, única.
¿Por qué merece ser contada su historia? ¿Cuál es su valor? Estas dos preguntas son respondidas en la serie desde el primer capitulo, pues nada sobra ni falta en esta investigación sobre la vida de un hombre y el mundo que lo hizo ser lo que es.
La fotografía de “Hasta que te conocí”, el vestuario y la recreación de las situaciones nos habla de un nivel de producción de alta calidad. Del mismo modo que sus actuaciones.
Pero sin duda lo grandioso de este trabajo, es el detenimiento en las aristas de la personalidad de Juan Gabriel antes de convertirse en Juan Gabriel. La serie se enfoca en narrar el encuentro con su vocación y su tenacidad para salvaguardarla.
La vocación, ese raro don del que habla Truman Capote en el prefacio de “Música para camaleones” es una gracia que nos protege de las miserias propias de toda existencia humana, de la abulia, del aburrimiento, del sin sentido que bordea algunas situaciones.
Hasta que te conocí no tiene nada que envidiarle al mejor filme biográfico, la serie es un espectáculo que conmueve y atrapa desde el inicio. Literalmente hace llorar porque expone emociones claves de la condición humana.
Sus diálogos y textos permiten la reflexión y el análisis de una vida, algunos pasajes enteros me recuerdan a esas viejas películas de Woody Allen donde el protagonista se explica a sí mismo y a la vez es objeto de análisis por parte de quienes cuentan su historia.
Esta serie es cine en TV, calidad, creatividad y el ejemplo de que siempre se puede –si se quiere- contar la vida de los personajes latinoamericanos sin prejuicios y lejos de los lugares comunes.
Lo mejor que he visto este año en televisión. Altamente recomendada.
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