Por: Randolph Borges
Cada día es mayor el número de hombres que siente los traumas propios del embarazo cuando su pareja está encinta: mareos, náuseas, irritabilidad y hasta los nombrados antojos. Eso no es casualidad, como pocas cosas en el mundo, es absolutamente obra de la causalidad. Me explico: el hombre que se prepara para ser papá, se involucra y se hace cargo, es propenso a experimentar en mayor grado los cambios ya mencionados.
No lo he inventado yo. Un estudio reciente de la Universidad Memorial, en Terranova, Canadá, tomó muestras de sangre de 34 parejas que esperaban un hijo comprobando que los síntomas del embarazo en los futuros padres, ya no es un asunto de especulación y dejó de ser un mito para convertirse en una realidad. Los varones expuestos a los cambios hormonales de las mujeres embarazadas, pueden producir prolactina y cortisol, dos hormonas que se desarrollan en mayor grado en las gestantes, y también producen más testosterona, que puede condicionar la agresividad del hombre. Todo ello es conocido ahora como embarazo por imitación, donde intervienen variables psicológicas y biológicas.
Aclarado este asunto y visto que muchos padres disfrutamos nuestro rol desde la gestación, yo traigo una pregunta un tanto polémica: ¿Por qué algunas mujeres no nos dejan ser padres?
Basta que nazca la criatura para ver a la abuela, las tías, las comadres y las allegadas diciendo frases como: “¿Qué va a saber hombre de cambiar pañales?”, “¿Cómo es eso que vas a bañar a la niña?” o el clásico “No se meta que ese es un asunto de mujeres”. Sin duda son fuertes muros a derribar, sobre todo para los padres primerizos que deben sortear con los temores propios de cargar un bebé por primera vez, hasta soportar la hostilidad de algunas damas que espantan cualquier iniciativa de padre dedicado. Difícil aprender sin agarrar experiencia.
Pongo otro aliño en el caldo. Algunas mujeres aseguran que vivimos en una sociedad patriarcal, pero los matriarcados que imperan en la mayoría de nuestros hogares, que formaron generaciones machistas desvinculados del quehacer supuestamente reservado a lo femenino, vetaron el rol de hombres involucrados con sus familias. Y algunos de nosotros, muy cómodos, lo dejamos y lo mantenemos así.
Papá, no te pierdas cambiar un pañal, curar el ombligo de tu bebé, cortar sus delicadas uñitas o ese primer mechón de pelo que guardan las abuelitas, bañarlo y entalcarlo, alimentarlo con la leche que ayudaste a sacar del pecho de su madre. El postparto no es fácil para ninguna mujer, por lo tanto cuando te involucras no sólo ganas como padre y ser humano, sino que haces un gesto de invaluable solidaridad para esa mujer que te dio la alegría suprema de darte un hijo.
Si estas convencido de ser un padre distinto, no te dejes quitar ninguna experiencia, no te pierdas de nada. Gana de tu bebé las primeras sonrisas y sus primeras palabras. Y tu mujer, si quieres darle a tus hijos, esposos, nietos, etc., la oportunidad de ser y formar mejores personas, bríndale el espacio y aliéntalo a desarrollar su paternidad. Después de todo, ya está científicamente probado que podemos ser excelentes padres desde el primer antojo compartido.