Por: Ennio Di Marcantonio
Si otros países han convencido con mentiras a sus pueblos, ¿Cuántas verdades podemos decir nosotros, sobre nosotros mismos, sabiendo usar la técnica, pero para el bien?
La TV nacida en el capitalismo promueve sus antivalores tras los bastidores de la ficción. Lo impropio suele mantenerse oculto.
El escritor cuenta las historias en las producciones que ves, pero su historia es parte final en una cadena del montaje, precedida por quienes imponen el pensamiento, los que tienen el dinero para decidir qué se hace para la pantalla.
El cine estadounidense (eso incluye el cine en TV) no engañó a sus ciudadanos, para darles una ‘superioridad’ que no tienen, con arengas, discursos altisonantes, o con programas en vivo que ‘se hacen rapidito’. Primero crearon la estrategia, luego posicionaron la matriz de opinión en sus noticiarios, pero la superioridad la infundió ‘Rambo’, super-individuo ficticio, protagonizado en los ochenta por Sylvester Stallone, pero sacado del libro ‘la primera sangre’ (the first blood) de David Morell, y logrado con un espectacular presupuesto, incluso apoyo del Pentágono (recomendamos leer ‘Operación Hollywood’ de David Robb), suficiente ‘ficción’ bien pagada como para destruir un batallón armado hasta los dientes con ‘tu propio esfuerzo’.
También el ‘entretenimiento’ convenció a la sociedad estadounidense, impura y deshonesta, de su ‘pureza y honestidad’, hablando mal de otros, con películas como ‘Burn after reading’, de los Coen, o ‘Enemigos públicos’. En ambos ‘trabajos’, gracias a la ficción, echan el cuento de que Venezuela, nuestro país, es ‘un paraíso para delincuentes extranjeros’ (se equivocaron de dirección, el terrorista Posada Carriles, la corrupta Blanca Ibañez, o los ladrones, como Eligio Cedeño, o Nelson Mezerhane, no viven en Caracas, viven en Estados Unidos, y sin que nadie los toque, más bien, los ‘estimulan’, porque son sus ‘inversionistas extranjeros’, claro, sin invertir su dinero, para eso está el que nos robaron).
El pasado 24 de agosto, la colega periodista, Marialcira Matute, anunció que habían entregado al presidente Nicolás Maduro el proyecto y guion para una película sobre el presidente Hugo Chávez.
Como conocemos la urgencia de la historia, pero la lentitud de la burocracia, invitamos a detenerse un mes, antes de comenzar cualquier trabajo (que será hecho por gente que tiene competencia demostrada) y considerar los párrafos a continuación.
Ahora que se pretende, ya no solo en la TV, sino en el cine, mentir sobre Hugo Chávez con una desacertada producción (tan predecible que no es necesaria verla, ni siquiera para ver ‘qué dice’) y que se plantea una película desde nosotros, los venezolanos y venezolanas que votamos, conocimos, y tuvimos de presidente a Hugo Chávez, advertimos queno es el documental la respuesta (desde el venezolano Rubén Hernández hasta Oliver Stone han logrado muy bien este género, en diferentes momentos de este siglo XXI que vivimos).
La respuesta es echarle el cuento, al mundo, sobre quién es (porque en política la muerte no es física) Hugo Chávez.
Somos los venezolanos, las venezolanas, nadie más, quienes tenemos la primera fuente para contar con precisión la historia del mejor presidente que ha tenido Venezuela en su historia (el único sobre el que se han hecho tantos trabajos audiovisuales, a favor y en contra, ningún líder venezolano, especialmente del siglo XX -para que no salgan con la excusa de la tecnología, que también existía- contó con tal interés mundial, y trabajos sobre su persona, incluso en vida)
El reto, en resumen, es contar la verdad, con una agradable ficción, un detalle de la vida de ese Comandante militar, que convirtió una aparente derrota en victoria, del líder popular que ganó su libertad, y del primer candidato independiente que derrotó aplastantemente al sistema constituido, cambio el sistema por decisión de su pueblo, y se convirtió en el presidente más reelecto de toda Venezuela, el cuento real de aquel ‘fallecido’ que sigue ganando elecciones, y logrando la paz.
Esa es la historia real, pero bien contada, que el mundo quiere escuchar.