«¡Canto que mal me sales cuando tengo que cantar espanto!
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto».
Víctor Jara
Estadio Chile, 1973
Cuando asesinaron a Pablo Neruda, en la ciudad de Santiago de Chile 1973, el fascismo mostraba su rostro complacido en la mueca cínica de un militar traidor llamado Augusto Pinochet.
Bombardear al Palacio de La Moneda, incendiar de sangre, pólvora y odio a la ciudad capital y a otras, como la de Valparaíso, hasta asesinar al compañero presidente Salvador Allende en su asiento asignado por el pueblo de manera democrática y constitucional; capturar y asesinar a Víctor Jara junto a otros artistas, creadores e intelectuales, alcanzando a sumar entre sus víctimas a Pablo Neruda, tenía el propósito de frenar de Golpe la paz, la esperanza y la belleza de un pueblo en unidad, construyendo el socialismo.
Al poeta, nacido el 12 de julio de 1904 y presentado con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí y con los apellidos Reyes Basoalto, la muerte lo asfixia en septiembre de 1973, (el 23 de septiembre) 12 días después de haberle quitado el aire, también, a Salvador Allende y a cientos de enamorados que indudablemente debieron suspirar alguna vez, al menos, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Él mismo optaría por ser sencillamente Pablo y así acompañar en el mundo a los pobres de la tierra, al digno proletariado en lucha por la igualdad y el socialismo, causa que asumiría desde su consciente militancia comunista.
Hace 47 años, una vez más, la furia imperial yanqui-sionista recurría a la brutal violencia fascista del Golpe para ratificar su dominio y co-vencer con su hegemonía. El objetivo de esas acciones: matar la poesía. Y esta vez el blanco de ataque tenía rostro y corporeidad de poeta en la figura de un vate universal como Pablo Neruda.
Hoy, cuando casi medio siglo después de esos crímenes de lesa humanidad, recordamos el horror para que no se repita nunca más, reivindicamos la belleza y la dignidad en Pablo Neruda o en Víctor Jara (cantor de versos), floricultores ambos de la palabra como precursora ésta de la plena de libertad, de la justicia y la igualdad, en una nueva sociedad, en la sociedad de los comunes del comunismo y las comunas.
Viviremos para siempre en la utopía liberadora de la humanidad.
¡Honor y Gloria Poeta Pablo camarada!
Ilustración: Xulio Formoso