Lo que afirmo, lo digo sin aires de autosuficiencia. Pero, la verdad es que el fascismo nos tiene miedo.
El miedo es una categoría emocional de las que son consideradas, a grandes rasgos como negativas. De hecho, junto a la ansiedad y sus consecuencias en un campo más amplio como el del estrés, se estudia hoy (la psiconeuroinmunología conjuga disciplinas del conocimiento en función de ello) la acción directa de las emociones negativas en la afectación del sistema inmunológico de los seres llamados “vivos”.
El miedo, que opera como parte de los mecanismos de defensa celulares, tiene incidencia como aviso, como alerta para contribuir a reestablecer el equilibrio emocional y físico de todos los seres. En el caso de los humanos la memoria genética de las emociones aparece comprometida como en todos los individuos. Pero en estos, esa memoria se traduce en conocimiento y por tanto se puede crear una historia de efectos indivuiduales o colectivos.
La disciplina cognitiva de los fenómenos emocionales ha quedado reservada (para el pensamiento escindido occidental, capitalista, cartesiano) para la sicología como “ciencia” que se ocupa de lo no físico o fisiológico en los individuos humanos “enfermos”. Imitando los protocolos de investigación, los procedimientos de auscultamiento, la confrontación de casos afines o emparentados por diagnóstico, la sicología y, especialmente, la siquiatría analiza, divide, separa, aísla el fenómeno “patológico” en observación y lo trata de sanar mediante la extirpación o las terapias, que también suelen ser otra forma de extirpación o de ocultamiento de sus causas para aliviar los traumas inmediatos.
Es así como alguien atacado de miedo, llevado en circunstancias al pánico o al terror (estas últimas como expresiones paroxísticas del fenómeno o mecanismo de defensa expresado por el miedo a cualquier nivel) puede morir, generar enfermedades, células patógenas o volverse sumiso ante las discriminaciones fascistas y la exclusión o, en otras circunstancias, elegir a un peligroso bolsonaro como Jair Bolsonaro para que ocupe la presidencia de la República Federativa de Brasil, previa campaña en la que -entre otras acciones y consignas- amenaza y persigue mujeres por ser “inferiores a los hombres”, ordena exterminar a homosexuales y lesbianas por ser “cosas contranatura”, exhibe en las pancartas y franelas de sus sus seguidores “fascios de combate” (al estilo de los creados en Italia por Mussolini en 1919, como bandas terroristas precursoras del fascismo) el rostro decapitado del lider obrero revolucionario Luiz Inacio Lula Da Silva.
En fin, estrategias del consolidado imperio estadounidense y de su par del estado sionista de Israel que, a través de sus aparatos propagandísticos y mediáticos, de la CIA y el Pentágono, son capaces de diseñar campañas de masificación del miedo para intentar detener el miedo que ellos sienten por la libertad y la igualdad, el miedo a que los pueblos se encuentren con su liberación definitiva de los dominios y hegemonía del capital e impulsen una sociedad no capitalista, no explotadora, una sociedad como la que encierra la utopía posible del socialismo, del comunismo. Definitivamente creo que nos tienen miedo y nosotros voluntad y resistencia para vencer.
Ilustración: Xulio Formoso