– Si queda algo sobre ese desierto que aún se pueda mantener de pie más allá de las ruinas , que no sean las cámaras, que sean los niños de la guerra…
El pasado 21 de diciembre, el filósofo y escritor Santiago Alba Rico, uno de los principales colaboradores de Rebelion.org y de los medios de comunicación alternativos y contra-hegemónicos alrededor del mundo, publicó un controversial y polémico artículo titulado: Alepo, Ankara, Berlín: geopolítica del desastre.
El texto rápidamente se viralizó como un dispositivo crítico mass-media demandando a la izquierda mundial una petición de principios, exponiendo la división que existe sobre el tema “Siria” en la opinión pública, y principalmente denunciando a la izquierda por la incapacidad o la “ilusión” de entender y aprehender la magnitud del conflicto, y en consecuencia, alertar sobre el costo que podrá tener, no solo el hecho de haber entregado al pueblo sirio y de haber lapidado cualquier posibilidad de una revolución popular y democrática en la región, sino de haberse configurado a la par de la ultraderecha en el tablero donde los imperios y sus jugadas imperialistas determinan el destino de la humanidad.
A tan solo horas de la publicación, la Comandancia Suprema del Ejército Sirio a través de un Comunicado Oficial proclama la victoria sobre Alepo, luego de combatir durante cuatro años, con el apoyo de Rusia, Irán y Hezbollah, a una coalición de grupos “rebeldes” mayoritariamente conformados por mercenarios financiados por Arabia Saudí, Catar, Turquía y EE.UU, que incluyen al Ejército Libre de Siria, considerado según el Departamento de Estado como una “oposición moderada” ante las atrocidades, torturas, decapitaciones, violaciones y genocidios que cometen los más tremendos de la casa: el Estado Islámico, Al Qaeda y el Frente Al Nusra.
Se estima que hasta la fecha las cifras superan los 300 mil muertos, un millón de heridos, 8 millones de desplazados internos y 4 millones de refugiados en los países vecinos.
Podemos decir que el artículo sería el epitafio de una rapsodia que en un segundo artículo anunciará, bajo el título: Alepo: la tumba de las izquierdas, el fin de la “izquierda”.
A estas horas, la humanidad ha asistido al “final de la ciencia”, John Horgan; al «final de la historia», Francis Fukuyama; al «final de la geografía», Paul Virilio; al «final del arte”, Arthur Danto; y últimamente, al “final de la razón”, cuando el filósofo Byung-Chul Han, en su estudio contenido en La Sociedad del Cansancio (2012), plantea que hoy en día no es necesario preguntarse “el por qué de las cosas” ya que solo basta con correlacionarlas.
Para un mundo que no ha conocido la paz mundial desde el comienzo del siglo XX, ¿le será posible decretar que la izquierda, después de haber masticado las utopías de la democracia y la justicia social, quedará sepultada por la geopolítica, imponiéndose en algunos casos como un «mal menor» mas no como una alternativa viable?
Atisbar el final de las izquierdas podría ser un acto deliberado de la ya clásica teoría posmoderna y de las formas retóricas conocidas también como “la otra política”. Sin embargo, más allá de un acto deliberado es un acto arbitrario que pretende, en sus diferencias y vasta totalidad, sustentar y comprender la compleja realidad del conflicto frente al movimiento amenazante de la geopolítica y sus estrategias. Por otro lado, pareciera que la izquierda europea aún no ha podido superar la famosa tesis de Negrí, sobre el imperio y el imperialismo.
Santiago Alba Rico ha sido uno de los teóricos de la izquierda que ha urbanizado las ideas de la primavera árabe desde que comenzó con las revueltas en Túnez. En algún momento apoyó al chavismo mientras lo diseccionaba públicamente. Por ahora, el debate se ha centrado entre el autor y el sociólogo latinoamericano Atilio Borón, a quien indirectamente alude en uno de los artículos. Las respuestas han venido de parte y parte y aunque coincidieron inicialmente sobre la idea de que el imperialismo norteamericano se encuentra en una franca fase de crisis de la que no podrá levantar la cabeza, las diferencias que son las que construyen el debate dejan un panorama desolador de cara al estado de guerra permanente en el que estamos inmersos desde el siglo pasado.