Digamos que hay frases que a través de ellas desatan una fuerza mineral y cósmica que por eso no pasa el mínimo examen de la lógica cotidiana, además de partir la retórica y el rígor mortis en dos, tampoco aguantan críticas por rebotadas y por eso mismo viajan libres y solas para encontrarse entre lxs comunes.
El único que habla mal de mis amigos soy yo
Esta en especial resguarda algo más que el sketsh de una política de la amistad, quizás se trate de retomarle el pulso o aplicarle las leyes de la física a los lectores y las lectoras de esta columna (una vez más) sin tanto argumento.
Pasaban los días previos al festival de música latinoamericana Suena Caracas e iba desistiendo de el como fuente para esta crónica básicamente por el ruido que arrastró desde el momento que se anunció, luego vino el luto del Comandante Fidel lo que hizo que la organización reprogramara los conciertos. A ese ritmo no conseguiría la acreditación que necesitaba cuando nos enteramos última hora que María la Malosa se presentaría en la Diego Ibarra.
La diosa que suena y se reproduce a diario en los discos como “Bruja”, “Lujo Ibérico”, “Dirty Bailarina” con un acabado de alta costura y con la lírica del hispano caribeteo eléctrico más salvaje que mis oídos impíos habían escuchado, La Mala Rodríguez llegaría a Caracas y ya no había mucho que hacer. Lo importante es que esta columna requiere mantenerse de pie con lo que se pueda sostener y eso a simple vista es el cuerpo real, ese que se levanta sobre el suelo de todos los días. Desde allí La Mala podría ser un oasis o un espejismo sonoro del cuerpo de la explotación, de la negación creativa, victima y victimaria o quizás una vengadora donde todos esos discursos colisionan entre sí.
Una buena noticia llegó cuando recibí el mensaje de Ronald Zambrano, un gran amigo artista plástico, donde decía que en el crew de La Mala Rodríguez venía su amiga Marietta. Una posible entrevista se empezó a cocinar ya que sin buscarla parecía concretarse. La Mala y Marietta, quien es la cineasta que la acompaña desde hace mucho tiempo, un montón de años, aquellos que no valió la pena cuantificar cuando se lo pregunte, estarían aterrizando en Maiquetía en pocas horas. Todo cuadraba como dedo en fuckin ass.
Apenas La Mala anunció que participaría en el Suena Caracas antes de subirse al avión, se desató una guerra global de comentarios en su contra. Llegue a leer alguno, como:
Soy de Méjico y no conozco Venezuela pero me decepcionas que toques en el Suena Caracas.
No había dejado el espacio aéreo de su España natal y la turbulencia de una revolución caribeña venía tumbándole el Maki Club al fuselaje del avión.
Normal bebé no eres tú, es esta criatura que tomó teta con el arrullo psicótico de la obsesión mediática en contra de mi país y si le sumamos la propaganda de vértigo que generan las redes, dentro de poco estarás aterrizando en otra de las sucursales de la “ciudad pánico”, como lo fue Aleppo recientemente o hace unos años Bagdad, una ciudad un país que es el objetivo inteligente a donde van dirigidos miles de miles de mensajes que le dan la vuelta al mundo en segundos y que en su mayoría desde hace más de 18 años son usados como armas de una guerra cultural, tema único de noticieros interminables y de simulacros desechables.
Llegamos al backstage preguntando por el crew que había salido de Madrid hace más de 24 horas, en la puerta me encontré con uno de los productores generales del evento que conocía y a quien le expliqué la situación, de inmediato nos entregó los brazaletes, ya estábamos un poco más cerca, la crónica de hoy estaba empezando a darle la vuelta a la redoma.
Afrorraiz, el dj de la noche nos esperaba, en sus manos tenía el símbolo que lo convertía en un destacado coleccionista de viniles y a mí en un cazador furtivo no oficial de intensidades por cautivar.
Supe temprano que la Mala no daría entrevistas, me imaginé que la nube del bombardeo se posó sobre su temperatura de diva o por el contrario le resbaló los comentarios que se le montaron por el bate (espero que así haya sido), lo cierto es que en el backstage de un festival como este, que tiene la dimensión de un Bogotá Al Parque, de un Rock in Rio, en vez de estar lleno de prensa, invitados, reporteros gráficos, documentalistas, vaciladores de oficio, diseñadores, borrachos, putas, escritores, maricos, periodistas, lesbianas y otras avestruces produciendo noticias, estaba exclusivamente lleno de pacos y funcionarios del alto gobierno. Para mí era más que suficiente oírla y contemplar la mónada elemental que se da entre Ella y el DJ en esa plaza.
Caracas le había encantado a Marietta, el Waraira lo vio siempre como una de esas posibles locaciones donde rodar, la información del concierto parecía muy hermética y la verdad es que había muy poca gente para ser un concierto público, la heroica Caracas no podía quedarnos mal y aunque a veces nos pague de esta manera, traté de justificarme diciéndole que la muerte de Fidel reprogramó no solo los conciertos, también a los artistas, nadie sabía quien venía.
Esas palabras sirvieron para pedirnos un testimonio frente a su cámara y aunque intentamos disuadirla, hasta ahora nadie le había pedido la opinión a un dj a un columnista y a una directora de arte que andaban juntos pendientes de partirse la cara buscando la sucesión de un evento poético desencadenado.
Con la pregunta sobre que tan dolorosa había significado la muerte de Fidel se prendió esa, directo a lo romántico-emocional, debíamos darle entonces la dimensión acertada y justa que dejara claro que la muerte de Fidel nos dolió como la de Chávez, con nosotros no había coro, la dimensión de esa amistad que abraza la dignidad de dos pueblos como el de Cuba y Venezuela está por encima de nosotros mismos y para nadie era un secreto que la imagen de Venezuela la habían convertido en una sinfonía atonal que al interpretarla se erige como la arquitectura de un caos sofisticado y posmoderno.
Por esta vez el cazador salió cazado, sin embargo la amistad quedó ilesa. Marietta era la extensión de un símbolo de amistad y por esa razón nuestra solidaridad, la amistad es algo tan serio como la política, la antecede en su forma, sin embargo a esta última – la política o mejor dicho lo político – en nuestro contexto, no podemos soslayarlo por más que queramos.
Al finalizar el concierto nos volveríamos a ver, los patrocinantes no faltaron para improvisar una rumba donde ellas fueran las agasajadas, Cervezas el Indio ponía la casa y la ventana, también la birra. Cuando apenas nos acercamos la Mala ya se había montado en la vans, al ver que nos despedíamos de Marietta, levanté el brazo de Afrorraiz y apareció el disco “Lujo Ibérico” sobre nuestras cabezas, su primer disco, aquello que finalmente la hizo acercarse para autografiarlo y en el momento de las fotos la invitación que le haría Marcel para partirnos la cara juntos, resultaría mejor que cualquier entrevista.
“Lo siento chico, nosotros nos hemos vuelto muy antipáticos y aburridos”
Su respuesta no esperó, queriendo pasar desapercibida debajo de su suéter con capucha nos dijo: “Lo siento chico, nosotros nos hemos vuelto muy antipáticos y aburridos”. Y aunque no se lo creo o no quisiera creérselo, así mas o menos fue nuestro encuentro con La Mala Rodríguez y esa la única frase que logramos arrancarle antes de partir.