A estas líneas le sigue una tragedia familiar sin drama ya que muchos la compartimos y uno se va aplacando tectónica-mente a punta de coñazos compactándose con la tierra que se pisa.
–Tres generaciones hicieron falta para decir que este muchacho que velamos esta noche, nació y creció en esta comunidad –
Pero la cuenta no le daba bien, la calle estaba llena de carajitos y carajitas.
Lo que más la confundía era saber dónde y con quién estaba su nieta en aquel enjambre.
Aquello que dijo estaba más allá de la jerga fúnebre, sus palabras se proyectaron a través de la geometría euclidiana de lo común, de lo comunal y también de la materialidad de los afectos y las pertenencias que disipaba el llanto de culpa y resignación. Lo que nos había dicho Irayma en esa frase es que una comunidad se establecía después que nacía una tercera generación, sin embargo, cuando vio a su nieta sentada en la acera del frente el discurso generacional no alcanzó a cruzar la calle y se perdía entre la muchachada.
En ese momento ninguna de las dos sabía que tenía tres semanas de embarazo y que al padre lo enterraban mañana antes del mediodía. Yorbi, como se llamaba el difunto, lo mató la policía el primero de enero mientras atracaba una parada, tenía 17 años, su mamá se enteró dos días después cuando leía el periódico. A pesar de la mala noticia nadie sospechaba que la vida seguía abriéndose camino a ver si algún día la suerte toca la puerta primero que los adventistas.
Para terminar, Irayma cerró con aquello no menos sabio que reza:
– Hay que saber sobrellevar las cosas – (Como si el camellar toda la vida no fuera suficiente)
Su sabiduría venía agenciada de lo colectivo. Cierta autoridad se le reconocía. La decencia de las personas se encuentra finalmente en la probidad ética y política que puedan demostrar ante los demás y ante sí mismos, pero las ideas en este caso no fueron las que preñaron el futuro.
Yorbi era el del medio de tres hermanos, nació y se crió en ese urbanismo cuando el gobierno les dio la casa. El deseo que finalmente le desbordó el juicio y le voló el casco, es aquel donde vamos todos contra todos , asediados como presa de la necesidad, pero sobre todo del deseo maquínico del consumo que consume. Se había soñado estrenarse unas Jordan, seguir bebiendo y fumando hasta el amanecer pero nada de eso sucedió. Al súbito llanto de las madres y las abuelas se le sumaba el del vecino, su hijo a quien dejaron en una cuneta hace un año andaba en la misma jugada.
Por aquellos parajes no habían muchos méritos como ejemplos más que el hecho natural de haber nacido en esa llanura donde el cielo parece una mata cargada de mangos.
Fotografía: Cesaria. https://www.facebook.com/cesaria2.0/