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Un caso de transnarrativa urbana

Un caldo de sustancia viscosa sobre las calles de esta ciudad podría ser una descripción de cómo serían los residuos de gelatina donde se mueven las interpretaciones que trae la masa especulativa de la cultura en la inercia de los discursos, las narrativas y los estilos de la calle.  Hoy el estadio estético de  las cosas  parece exclusivo del marketing, sin embargo…

Las siguientes líneas están inmersas en el goce de la colaboración artística, la solidaridad creativa, el activismo cultural, pero sobre todo están inmersas en aquello que se comparte y que en algún momento regresará a ti, la materialidad de los afectos y la esencia de lo simbólico.

Cuando regresé a Caracas me encontré con Arena la Rosa, me acerqué para saludar y sacarle dos a la ciudad que tenemos a través de esta MC y dama de ceremonia de la escena local.

(Llené mis pulmones de humo)

A Arena la conocí unos años atrás cuando fuimos parte de ese jardín antiedipo llamado Avila tv, un laboratorio social de medios, la escuela, el más exitoso experimento de la política comunicacional que se había hecho hasta ahora  y que generó un gran movimiento nacional de realizadores y cineastas.

(Suelto el humo, estamos hablando de Hip Hop desde este momento)

Cuando le dije que acabada de llegar a Caracas – La capital mundial del legui estampado – como para buscarle la lengua, aunque en parte era verdad,  de una me soltó esta.

– Ven pa´ contarte chamito. ¡Y disculpa que te interrumpa! Ayer fui a comprar un legui al Cementerio y tú sabes qué me dijo el tipo cuando le pregunté por el precio. ¡El precio es el que te marca el bollo!

¿Tú has visto?

Ante semejante curva.

 – Qué tiradera de risa , mi rey, pero qué abuso.

Así fue como nos involucramos con su proyecto, sí, La vida en Rosa  – como se titula su nuevo disco – tenía algo de bizarro, fue la manera como el sarro en los dientes de lo popular mordió el anzuelo esa noche.

Le presenté a Indira Monzón quien asumiría de inmediato la dirección de arte en la presentación de su nuevo trabajo, yo me encargaría de la imagen, los visuales y la fotografía en colaboración  con el diseñador Alexander Luthor, un mes después grabaríamos su showcase en la sala Antonieta Colón del Centro Cultural Parque Central.

Me inventé entonces una firma, un leivtmotiv situacionista que evocara ese momento, “El Bollo, Leguis Production” sería más que una productora, una obra de bolsillo cuyo soporte estaba en ese cruce de palabras que susurran en 4 seg sobre la pantalla como un ejercicio de transnarrativa para tratar de recordarnos, aunque no pareciera, que somos algo más que lenguaje.

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