Cuando escribí Kilo de cebollas 1 – Constituyente 0 a finales de 2017 tuve ciertas dudas sobre si publicarla o no porque pensé que lo que expresaba allí era un poco fuerte para los lectores de la página. Ahora, siete meses después y rememorando aquello, pienso que no fue suficiente -y que nunca es suficiente- porque cuando se trata de abordar temas que afectan severamente a los ciudadanos por malas políticas hay que ser mordaces, contundentes, precisos.
Rememoro un poco de aquello porque la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) cumple el 30 de julio un año de haber sido elegida y el 4 de agosto un año de haber sido instalada. Y eso no fue lo que nos vendieron.
Para esos días de campaña y de convulsión ciudadana por las intensas protestas que se vivieron durante meses, las promesas desde el Gobierno nacional recaían sobre la llegada de la paz al país y de la solución de la crisis económica que, según, es provocada únicamente por sectores de la oposición nacional e internacional, o al menos así lo han hecho ver.
Me pregunto, a un año ya de tanto alarde, ¿ha sido realmente efectiva la función de la ANC en medio de la crisis? Con un organismo conformado completamente por partidarios del Gobierno -la oposición no quiso participar en las elecciones-, los venezolanos de a pie, los que trabajan por un quince y último, más que todo, seguimos sumergidos en el mismo limbo político, económico y social.
La realidad, por el contrario, ha empeorado y eso se evidencia cuando venos a los trabajadores de la salud protestando a diario, cuando vemos a los venezolanos, el pueblo, protestando por servicios tan básicos como el transporte, el agua, la luz o el gas, cuando vamos a comprar algún producto y el precio ha duplicado después de cada aumento salarial o sin él, cuando hay personas que perecen porque lo que se vive en los hospitales es turbio, porque no hay medicinas; cuando trabajadores del Metro de Caracas, Cantv, Corpoelec y otras instituciones del Estado también protestan.
¿Qué más realidad, qué mas evidencia que esa?
Comenté también en Edipo: ¿quién paga los platos rotos?, una de mis últimas entradas, que a cuentagotas han salido algunos del Gobierno a manifestar y a reconocer que se han cometido errores. ¿En serio despertaron? Aquí los errores se han cometido desde hace años y ¿ahora es que se van a dar cuenta de ello pese a que varios expertos de distintas áreas lo han advertido?
¿Qué pasó con la salida del nuevo cono monetario? La banca privada y economistas pedían constantemente al mandatario nacional que postergara la fecha porque los tiempos no estaban dados para aplicar los cambios correspondientes en las plataformas, ¿y qué pasó? A último momento se anunció que el cono monetario no saldría sino hasta el próximo 4 de agosto, justo cuando la Constituyente cumple su glorioso año, y ahora el 20 de agosto.
¿Qué pasó con los precios de los productos, la Ley de Precios Acordados? En qué cabeza cabe que con una hiperinflación como la que tenemos actualmente el sector privado va a ceder a establecer precios que al día siguiente ya no van a tener valor alguno, ¿quién va a trabajar a pérdida?
No se trata solo de que aumenten los precios porque sí. Se valieron de eso ¿y ahora qué? El constituyentista Julio Escalona aseguró que parte de la oposición se infiltró en el Gobierno y no quieren que bajen los precios. ¡Tremendo cuento, compadre!, con todo respeto.
También salió Earle Herrera a asomar que de nada sirve un constituyente que es inútil a su pueblo, admitió Jesús Faría que el control cambiario en el país no tiene sentido, salió Freddy Bernal a asumir que la culpa de la crisis es del propio Gobierno y no de la Cuarta República. «Da hasta vergüenza», dijo entonces.
Bueno, más pudieron las razones para liberar a los presos políticos, justo cuando estaba bastante tensa la presión internacional. Y no seamos ingenuos, así es como se mueven las piezas en este terreno, en donde el pueblo es el rezagado a pesar de que es usado para hablar en nombre de la igualdad, de la paz, de revoluciones y victorias.
Me molesta, me enerva la sangre. Aquí nuestra reconstrucción no tiene que venir desde las instituciones, sino desde la misma sociedad que está tan dañada y que ha aprendido tantas mañas gracias a la crisis, porque no hay quien ahora haga algo sin el interés de joder a alguien. Será sumamente arrecho, no hallo otro término, y para ello se llevarán muchísimos años.
A mi edad, en otros tiempos, quienes estudiaban y trabajaban fuertemente tenían ya una casa propia -o por lo menos alquilada-, podían sustentarse y darse ciertas comodidades. Siento que se nos ha ido la vida, se nos fueron los años, se nos desgastó la juventud y nada ha servido.
Y no sé si será cuestión de «mala leche», pero cuando comencé a ejercer mi profesión comenzó toda la crisis en el país. Mucho de nosotros, y esto da tristeza, no podemos disfrutar más allá de algunas salidas porque la comida sigue siendo nuestra mayor preocupación.
Toda la culpa tampoco recae sobre las sanciones aplicadas en contra del país y muchísimo menos aquellas que van únicamente dirigidas a funcionarios del Gobierno. Qué, según ellos afirman, no tienen nada en otros países. ¡Qué chévere, vale!
¿Un cafecito?