En la guerra los pertrechos son armas. Hasta la escudilla donde el soldado recibe su ración de sustento alimenticio, es un pertrecho útil para el combate.
Razón tenía Bolívar, Miranda y otros estrategas al calificar y utilizar la imprenta en las complejas batallas por la libertad de independencia de Venezuela y otros países de América.
Razón tenía Bolívar al crear y poner en circulación -desde aquel 27 de junio de 1818- el periódico Correo del Orinoco, del cual contabiliza la historia 133 proyectiles pesados y de largo alcance que, entre otras batallas, contribuyó a ganar -también de papel y verdad- la del Campo de Carabobo el 24 de junio de 1821.
Las guerras son -en definitiva- desafíos por vencer en las ideas y consolidar un pensamiento que se haga hegemonía. Más que disparos de pólvora, que generan muerte y desolación, son los disparos de verdades los que convencen y vencen.
Siempre ha sido así. Hoy tomamos la referencia del pensamiento Bolivariano abriéndose paso y batallando desde el siglo XIX, pero podríamos trasladarnos a los inicios milenarios de la llamada «era cristiana» y observamos un panorama similar de batallas mediáticas defendiendo y consolidando la trinchera de la verdad.
Por esa esencia de razones es que la Revolución Bolivariana, al planificar y realizar la décimocuarta Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2018) monta la misma en Caracas con el pertrecho en el casco. Esa imprenta, por solicitud del estratega de la comunicación, también soldado y Libertador Simón Bolívar, llega a Venezuela por la gestión que atendiera Fernando Peñalver y es utilizada de manera prioritaria para confeccionar el primero y los sucesivos 132 ejemplares del Correo del Orinoco, periódico que se convierte en toda una artillería bajo el principio esgrimido en su primera edición, de: “Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”.
Con todo ese peso histórico, 200 años después, la imprenta cobijada en Angostura no en vano se entroniza en la capital de la República Bolivariana de Venezuela y en medio de la fiesta del libro, que se celebra entre el 8 y el 19 de noviembre, “interactúa” con las y los visitantes de la Filven 2018, para enseñarnos de soberanía e independencia en la compleja lucha por una nueva hegemonía que en nada se parezca al capitalismo y represente a la cultura de solidaridad que, de alguna manera, anida en el corazón de nuestros originarios pueblos indígenas en resistencia.
En estos tiempos, cuando algunos gobiernos han logrado alcanzar el poder desde los más perversos, egoístas y fascistas argumentos de la discriminación entre los seres humanos, Venezuela está obligada a seguir siendo faro de luz en un proceso de construcción de una nueva cultura, basada en el amor, la cooperación y la solidaridad, asumiéndonos como lo que en realidad somos: iguales. No nos sentimos ungidos ni predestinados, pero sí hijos de un propósito histórico que nos caracteriza y que estamos obligados a defender desde la trinchera de la contrahegemonía.
Aunque parezca exagerado, debemos asumir los 10 días de esta Filven para la reflexión, para leer no solo libros sino realidades vivas. Para leer al padecido capitalismo, pero desde una coyuntura en la que el imperio remoza rostros y acentúa explotación y perversidades. Donde el imperio retoma terrenos que nunca dejó de considerar “su patio trasero” y es capaz de colocar “en el tablero” sus fichas con rostros de odio (como el de Trump y el de Bolsonaro, por mencionar tan solo dos) y con la “aprobación” de sus propias víctimas, quienes votan, convencidas de elegir a sus verdugos y rendirles sumisas pleitesías (tal como acaba de ocurrir en Brasil) huyendo del miedo que se inocula a los pueblos para que desistan de luchar por la libertad.
Con el pertrecho en el casco estamos obligados a leer la totalidad y entender de esta profunda y múltiple lectura que, de verdad verdad Leer es Vida.
Ilustración: Iván Lira