Este clásico del cine está disponible en la plataforma Netflix
Fiebre del sábado por la noche (1977) no es una película sobre baile, tampoco sobre la vida nocturna o la alegría de un grupo de jóvenes que saben disfrutar del momento. La cinta protagonizada por John Travolta y dirigida por John Badham es una historia mucho más existencialista y profunda de lo que parece.
La vida de Tony Manero (Travolta) no va a ningún lado. De día trabaja en una ferretería, pero los fines de semana, cuando cae la noche, en la pista de baile puede ser quién realmente es. Tony sabe que más allá de su rutina cotidiana está su verdadero destino y solamente se atreve a soñar con él al bailar, cuando es el centro de las miradas. En ese momento desaparecen todos sus fantasmas y la vida cobra un nuevo sentido.
Tony en esencia es un tipo optimista que ha tenido una vida poco satisfactoria y que esconde detrás de su frivolidad aparente su vulnerabilidad.
La película más allá de la espectacular banda sonora de los Bee Gees y las encendidas y memorables coreografías, se enfoca en su personalidad. Su forma de ser transforma el curso de las circunstancias y nos permite centrar la mirada en algunos temas que son trascendentales para el argumento: la monotonía de una existencia sin sentido y la necesidad de huir de ella para escapar a ese vacío.
Fiebre del sábado por la noche tiene el mérito de tener dos perspectivas. Por un lado todo lo que tiene que ver con el baile. La belleza de lo frívolo. Por otro, la complejidad de un personaje que desde el inicio de la película nos engaña haciéndonos creer que es un tonto y sin embargo está todo lo claro que puede estar alguien que se atreve a dejarse llevar por su verdadera pasión.
De Fiebre del sábado por la noche me gustan las coreografías, pero sobre todo el entusiasmo que las hace posibles. Tony es un aficionado que quiere dejar de serlo y está dispuesto a tomar riesgos para cambiar.
Aunque para algunos críticos la cinta tiene un gran número de errores y problemas de realización, siempre he pensando que sus planteamientos y la forma de abordar esos temas (sencilla, sin tantas complicaciones) los compensa. Además la interpretación de Travolta no es solamente convicente, goza de una magia especial que puede reflejarse en cada escena.
«Todos tenemos fetiches, títulos que trascienden las categorías comunes de bueno y malo y que van directo a nuestro corazón», afirmó el crítico norteamericano Roger Ebert. No sé si Fiebre es mi fetiche, pero si es cierto que trasciende esas categorías.
«A veces las películas rellenan los rincones inacabados de nuestra vida», dijo también Ebert. Fiebre del sábado funciona de algún modo así para mí. Conecta con mi alma y con esa que todavía quiero ser.
@luisauguetol