Carmen de Román Chalbaud fue estrenada hace más de 30 años
La puesta en escena de Carmen, de Román Chalbaud, posee el encanto que a veces logra la improvisación. La estética de esta película, basada en la novela de Prosper Mérimée, es abigarrada, escandalosa y un tanto exagerada, como si hubiese sido filmada al descuido.
¿Qué esconde un clásico? ¿Por qué se dice que tal o cual filme lo es? Supongo que tiene que ver con su carácter universal.
“El privilegio de las grandes obras consiste precisamente en resistir el tiempo” escribió Julio Cortázar en una carta a su amigo Luis Gagliardi en 1939. Carmen, el libro, al igual que la ópera de Bizet, se ha convertido en eso que describe Cortázar. Es un clásico, una obra que convirtió a uno de sus personajes en un arquetipo capaz de defenderse solo y sobrevivir al paso del tiempo.
Esta historia sobre una mujer pérfida y caprichosa, que juega con los hombres —como el azar con su destino al predecir su porvenir en una lectura de tarot—, parece mutar y transformarse ante cada representación, erigiéndose auténtica, independientemente de quien la lleve a cabo.
El personaje posee un carácter universal debido a que conjuga en un mismo individuo sensualidad, belleza e irreverencia, y suele coincidir con la fantasía colectiva que representa la llamada “mujer fatal” —una mujer odiada y deseada en partes iguales—, que se reafirma en la recreación venezolana, a pesar de algunas incongruencias de la puesta en escena.
Quizás a sabiendas de su carácter universal, Chalbaud quiso llevar Carmen al cine, aunque caracterizándola con un vocabulario y modos criollos, o tal vez lo hizo porque —tal como le contó a Leonardo Padrón en su serie de entrevistas Los Imposibles—le había ofrecido a Mayra Alejandra llevar su hermosa imagen a la pantalla grande.
Esta versión de Chalbaud, ubicada en la Venezuela de finales de los setenta, muestra el temperamento del personaje protagónico, aliñado con elementos criollos que podemos identificar con mayor exactitud en el uso del lenguaje de los personajes. Basta oír los diálogos escritos por Gustavo Michelena, con la colaboración de José Ignacio Cabrujas y Román Chalbaud, para percibir la reinterpretación del clásico.
El cine de Román Chalbaud transforma la realidad, la muestra a través de su filtro personal. Aunque toca temas fácilmente identificables, la “realidad” de Chalbaud es solo “real” dentro de sus películas. En esta ocasión, Chalbaud dibuja una Carmen cerca de los burdeles, la delincuencia y la llamada viveza criolla.
La película, a pesar de poseer incongruencias técnicas, con el paso del tiempo se ha convertido en un fetiche del cine nacional.
Carmen (Mayra Alejandra) deambula por las viejas calles de La Guaira, con su labial rojo, su flor en la cabeza y sus ganas, conquistando a todo aquel con el que se tropieza. El personaje, aunque “acriollado”, sobrevive en temperamento y energía, siendo en esto muy similar al original.
De sangre caliente, la muchacha se enreda con José Navarro (Miguelángel Landa) sin saber que está firmando su sentencia de muerte. Carmen lo quiere todo y no quiere a nadie para compartirlo, porque se aburre de sus aventuras tan rápido como el viento mueve su cabellera negra al caminar.
“No le hagas cerebro a esa carajita. Esa es el diablo con pantaletas”, le advierten a José, sobre Carmen, quien termina traicionándolo con Félix Reverte (William Moreno), un estrafalario torero.
@luisauguetol