Jack Lemmon y Shirley MacLaine protagonizan esta cinta estrenada hace más de cincuenta años
En la columna de la semana pasada estuve quejándome de lo aburridos que son algunos dramas recientemente estrenados, de lo mucho que repiten temática y lo obvios y sin sentido que resultan sus argumentos lacrimógenos.
No estoy sola en esa proclama. Últimamente he escuchado muchos comentarios sobre lo poco originales y lo monótonas que resultan algunas cintas, sobre todo las dramáticas que apuntan a contar historias “crudas” y “polémicas” para atrapar al espectador.
Puede que esto sea cierto en alguna medida, sin embargo, más que como comentarista de cine, como cinéfila, siempre encuentro motivos que me recuerdan lo importante que es ver películas. Y a pesar de ciertas obras monótonas y poco innovadoras, en el presente -y en el pasado- hay muchas excusas para pasar el tiempo disfrutando de ficciones.
El apartamento de Billy Wilder es una de ellas, la cinta estrenada en 1960 posee cualidades que la hacen mucho más moderna que otras de nuestra época. Este largometraje se estrenó hace más de cincuenta años y hace reír, genera empatía y emociona del mismo modo que si hubiese visto la luz ayer.
Quizás esto se deba a que lo que cuenta es intemporal porque el amor, la ambición, la mediocridad y el facilismo son tópicos comunes en la historia de la humanidad.
Jack Lemmon y Shirley MacLaine protagonizan esta cinta sobre las miserias cotidianas de un hombre promedio que intenta ascender utilizando vías alternas. La cinta narra la vida monótona de un empleado de oficina que pretende ser más de lo que realmente es y para lograrlo se pone al servicio de sus superiores en el trabajo.
C.C Baxter (Lemmon) permite que los directivos de la compañía en la que labora utilicen su apartamento como escenario de sus encuentros románticos. En un principio y al comprobar que su plan para ascender tiene éxito se siente bien, pero luego, su interés por Fran Kubelik (Shirley MacLaine) lo transforma todo.
El apartamento tiene una carga dramática que no deja de lado el humor y sobre todo la ironía. La cinta provoca una media sonrisa, como esa que usualmente tenemos al enfrentar las cosas serias que podrían entristecernos.
El filme más que una comedia romántica, más que una historia de amor, es el escenario de un relato que ofrece todo eso (el romance, los corazones en el aire, las ilusiones) sin aturdir ni cruzar el límite que acerca lo romántico a lo cursi.
La película presenta más bien una visión realista, sus personajes no están idealizados. Porque aunque Baxter no es un sinvergüenza y no tiene maldad, es un tipo flojo, que no encuentra otro modo de lograr una promoción que haciendo trampa. Así mismo, el personaje de la señorita Kubelik no es un ángel ni una mujer exenta de faltas.
El apartamento habla de amor sin nombrarlo y defiende valores universales sin exageraciones. Fija una posición en base a pequeños momentos que podrían ser irrelevantes, pero que cobran sentido cuando analizas la película en conjunto.
Además de todo eso es una cinta divertida, llena de situaciones con gracia que generan interés y entusiasmo legítimo.
El apartamento es la prueba fehaciente de que no importa si una película es un drama, una comedia o una mezcla de ambos. El mejor cine es el que proyecta emociones, el que las convoca sinceramente.
@luisauguetol