Es martes 29 de octubre. Comienzo esta reflexión sin revisar que pasó en nuestra querida Chile, durante las primeras horas de la mañana. Las imágenes del lunes, recibidas vía guasap, no abandonan mi mosaico mental. Apuesto a Chile y al libre albedrío que le asiste para decidir su destino.
Sebastián Piñera sigue en el poder. Su presencia ofende y mancilla el histórico Palacio de la Moneda. Juega a la política. Lo hace fría y calculadamente.
Derogó el alza en las tarifas del Metro. Removió el tren ministerial. Prometió villas. También Castillas. Cínicamente saludó la multitudinaria marcha que el viernes pasado se organizó en su contra, y hasta suspendió el estado de excepción en regiones que sufrieron su aplicación. Ciertamente, juega a la política y eso lo hace más letal.
Abrumadoras masas ocupan aún espacios públicos. No le creen. Y si lo hacen, no aceptan su “oferta”. Es pírrica, ante lo que son sus reales aspiraciones como sociedad. “Este país está en llamas”, me comentó Pedro, colega y amigo, residente en Valparaíso. Y sí: lo está. Arde en las movilizaciones diarias y también en lo que parece ser una determinación sin retorno.
Entretanto, el cipayo al servicio de Donald Trump le mete acelerador a eso: a la política. Trata de ganar tiempo. Intuyo que esa fue la orden que recibió. Debe guardar las formas, al máximo. Estirar la banda. Tener pretextos. Excusas. Alegatos. ¿Para qué? ¡Para dar el golpe!
“Es una hipótesis, pero está muy débil”, me comenta Pedro y me aferro a su autoridad obvia para dudar de mi sospecha.
Quiero equivocarme. Como nunca, deseo errar. Ya fue suficiente presenciar –desde la comodidad de una Venezuela asediada por el imperialismo-, el infierno que traduce la presencia de los milicos pinochetistas en calles, avenidas y caseríos. ¡Nunca más!
De ser franco el maniobrar político del alienígena mayor, sus movimientos inmediatos estarían orientados a facilitar las condiciones para que –paz de por medio-, la nación fuese conducida por los derroteros a una Asamblea Nacional Constituyente. Es lo que exige el pueblo. Separar, en dos, el lapso instaurado desde 1973 hasta nuestros días.
Como no parece ser esta la vía, Chile seguirá “en llamas”. Confío plenamente en la valentía demostrada desde hace poco más de una semana, por sus hijos e hijas. Ellos y ellas tienen el tino suficiente para dar en la diana.
¡Chávez vive…la lucha sigue!