La guerra imperialista contra Venezuela es para que nos arrepintamos de Chávez.
En esa dirección dispara toda la artillería de ablandamiento que utiliza el Departamento de Estado gringo y sus aparatos del Pentágono y la CIA, en la guerra multifactorial contra Venezuela.
Por eso, retomar la ofensiva desde la trinchera de guerra cultural con la que cuenta nuestra Patria, es una respuesta muy pertinente que he escuchado por iniciativa de miembros de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos sociales en Defensa de la Humanidad,capítulo Venezuela.
La batalla contrahegemónica debe contribuir a blindar la digna y soberana identidad que define nuestro diverso patrimonio cultural material e inmaterial.
El poderoso enemigo que nos ataca, los amos del mundo y sus aparatos desplegados en las áreas económica, política, tecnotrónica, social, ideológica, hegemónica, procura un exterminio más allá de lo físico tangible. Pretende acabar con nuestra Memoria y por eso su gran victoria quedará expresada en cada pobre, en cada trabajador, en cada explotado a quien logren derechizar, a quien logren convertir en un contrarrevolucionario, en un defensor de los ricos, del imperialismo, de la «cultura» del capital, del pensamiento único y de toda bandera apátrida.
El imperialismo yanqui-sionista que nos ataca quiere conquistar un territorio pleno de riquezas pero libre del chavismo.
Matar a Chávez en el pensamiento, acabar con las raíces Bolivarianas, robinsonianas, zamoranas, cimarronas, indígenas, izquierdistas y revolucionarias, es el objetivo imperial de los amos del mundo.
El enemigo que bloquea a Venezuela, que asfixia nuestra economía, que roba nuestras riquezas y pretende cercarnos de miserias, tiene por objetivo real que nos arrepintamos de Chávez y de la Revolución Bolivariana y Chavista. Quieren matar el espíritu libertario, valiente y de resistencia que caracteriza a nuestro pueblo, decidido a ser definitivamente libre, independiente y socialista.
Lavar el cerebro de un chavista hoy, en Venezuela, es conseguir que el mismo se sienta arrepentido de haberlo sido y, además, que lo pregone con la desvergüenza de tal.
El objetivo militar enemigo no es Maduro sino todo lo que él representa en la conducción y consolidación de la Revolución Bolivariana. El objetivo del enemigo imperial es acabar con nuestra conciencia, con nuestro amor patrio, con nuestra resistencia, con nuestra Memoria.
Debemos estar preparados para esta larga guerra, proletaria, patriótica y prolongada que se libra de manera «silenciosa» en Venezuela. Es hora de profundizar la revolución en nuestra conciencia, única manera de salir victoriosos ante la amenaza memoricida de los amos del mundo.
Ilustración: Iván Lira