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¿Caudillos o partidos? ¿Líderes o ideologías?

Carlos Octavio Bunge fue un pensador del  más rancio positivismo argentino. No concuerdo con él en la mayoría de su obra pero, siempre me llamó la atención el análisis que hace sobre el caudillismo. Análisis que cien años después, se puede decir, sigue describiendo la realidad de muchos países latinoamericanos.

Leyendo toda la obra Nuestra América, puedo decir que no coincido en nada con el pensador argentino, pero un hecho me llamó la atención de mi época de estudiante. Cómo define a los caudillos políticos. Aclaración necesaria Bunge utiliza la palabra cacique, la reemplacé por caudillo, aunque en él son sinónimos, con el tiempo la palabra cacique ha tomado otras connotaciones.

El pensador parte de un análisis muy extenso de cómo se es caudillo, dice que son producto de los caciques latinos. No coincido, se basa en una mezcla de datos históricos comprensibles para la época. Aunque su descripción del caudillo político es, a la luz de los acontecimientos posteriores, totalmente comprobable.

Ejemplo es cuando habla de cómo el caudillo forma el partido, dice que éste no se reconocerá por su plataforma ni  por las ideas que defiende sino por el nombre de su caudillo. “Los partidos caudillistas son siempre personales. No hay liberales, ni conservadores, ni moderados, ni librecambistas, ni demócratas, ni republicanos; si los caudillos se llaman Rodríguez, Fernández, Martínez, González, habrá sólo gonzalistas, martinistas, fernandistas, rodríguistas…Nuestra América. Cap. V Partidos Caudillistas. No hace falta agregar más, por lo menos en nuestro país. Peronistas, Balbinistas, Alfonsinistas, Menemistas, Kirchneristas, Macristas, y así algunos más.

El caudillo subsume las ideas. Menem en la década del 90 hacía referencia a la muerte de las ideologías y el nacimiento del nuevo político, el pragmático. ¿A qué llamó político pragmático? Nunca lo definió con exactitud. Lo que quedó en claro por los hechos es que la política se vio supedita a los deseos y voluntad de poder del caudillo, deseos y voluntad encubierta en la frase más retórica y hueca que existe: “el bienestar del pueblo”, “en representación del pueblo”.  Pueblo es un concepto abstracto que cada caudillo llena con sus representados. Ellos son el pueblo del que habla. El problema empieza cuando caudillos contrarios hablan de pueblo, se hace muy difícil discernir si hablan del todo el pueblo o sólo de sus representados.

Sigue después Bunge, el caudillo opta siempre por la paz y el diálogo, pero por la simple razón que: “No cesariza; catequiza. Nunca dará el frente a la opinión, ni la espalda; la toma de costado y la espía de reojo. Para gobernar con ella le falta condiciones; para provocarla, coraje. Y, si la provoca, si se le pone en el trance de provocarla, gobernará por el terror, que es fácil de imponer.” Creo que todos podemos tener ejemplos de éstas conductas. Nadie se opone a esto. Salvo una minoría que la describe Bunge: “Hay una minoría que se ilustra y que combate… ¡Ojo a esa minoría! Voilà l´ennemi! Por otra parte, esa minoría, por débil y aislada, se compra fácilmente… ¿Su precio? Sinecuras, diputaciones, ministerios. Pocos son los sublevados peligrosos; es posible contentarlos. Y, si algunos no se contentan y gritan, ¿qué importa? Su prédica caerá en el vacío de la indiferencia, de la desidia del pueblo”. Sin palabras, digo yo.

Bunge habla que el caudillo llega al poder, para quedarse, en tres etapas o ciclos: “los caudillos tienen así tres ciclos: el genético, el evolutivo, el resolutivo… y los tres ciclos son tres vértigos: el de la popularidad, el del terror, el de la tiranía. El caudillo se quiere imponer en el poder y perpetuarse elección tras elección”.

Y aquí surge el problema. ¿Tiene una persona que perpetuarse en el poder, por más que éste sea por elecciones de un pueblo? ¿Se puede admitir que una persona se transforme en caudillo más allá de que sea elegido? La pregunta ¿es elegido porque se presenta? ¿Se presenta para ser elegido porque se lo piden o porque no hay otro?

Sea como sea, coincido con Manuel Rodríguez Erdoíza, cuando frente a O’Higgins y antes de ser fusilado tuvo, según el escritor Benjamín Vicuña Mackenna el siguiente diálogo que muy bien representa su ideario: «Usted ha conocido, señor Director, perfectamente, mi genio. Soy de los que creen que los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada año a lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y es tan arraigada esta idea en mí, que si fuese Director y no encontrase quien me hiciera la revolución, me la haría yo mismo.“

Creo que Latinoamérica va a crecer cuando nos gobiernen las ideas y no los caudillos. Cuando los partidos políticos con sus plataformas sean más importantes que los líderes que la defienden y, cuando el pueblo, o sea la vida de las personas, sean más importantes que los líderes y los partidos.

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