Durante la guerra de Troya, los griegos dejaron un caballo hecho de madera como ofrenda, dentro de él estaban los mejores guerreros que iban a abrir las puertas de las murallas. Desde ese momento el engaño de prometer algo para realizar otra acción se llama dejar un Caballo de Troya.
Cuantos Caballos se dejaron a lo largo de la historia, muchos. No todos fueron monumentos, algunos eras intangibles, como ayuda humanitaria, comida y el ejército iba con ellas. Pasó en África y en otras regiones.
Disfrazada de ayuda va la otra intención, desde derrocar a un gobierno contrario hasta ocupar un país por su riqueza.
En Venezuela se dan los dos, cualquier tipo de ocupación permitiría derrocar un gobierno de oposición y ocupar un país rico en petróleo que le permita dominar dicha riqueza.
Mientras la oposición habla de dictadura, el oficialismo habla de entreguistas. Y no hay diálogo posible, siendo los únicos que se benefician los enemigos de afuera que ganan con la desunión. En este momento Venezuela quedó al medio de una pugna internacional. EEUU y sus aliados por un lado y; Rusia, China y sus aliados por el otro. Al medio queda el Vaticano y algunos países que todavía apuestan al diálogo pero, sin éxito a la vista.
En el camino quedó el Caballo de Troya que, esta vez no pasó las fronteras y no le abrieron la puerta, pero no se sabe hasta cuándo, el Caballo suele tomar formas intangibles y pasar por donde menos se lo espera.
Por ahora resta esperar que la situación interna no empeore y que el pueblo, el único perjudicado o beneficiado salga con el menor daño posible.