Todo “bachaqueo” por imitación de los humanos a los nobles, organizados y armónicos bachacos, es siempre un acto de brutalidad o una palurda imitación errada de la perfección y equilibrio del universo.
La palabra, condenatoria de una práctica delictual que se viene ejerciendo en los últimos meses por grupos de individuos serviles a los intereses capitalistas, al neoliberalismo y a la “usura legalizada”, propia a la banca y al capital financiero, podía y debería ser directamente usada sin eufemismos. Son ladrones, explotadores, enemigos del pueblo y de la clase trabajadora y no “bachacos” ni “bachaqueros”.
Sin embargo, lo cierto es que la palabra, impuesta por esfuerzo metafórico en el habla de calle, tiene una vigencia condenatoria a ciertas prácticas terroristas, desestabilizadoras, brutales, que hoy se han extendido no sólo para el acaparamiento de alimentos y medicinas, sino también ahora para la desaparición de los billetes de curso legal en Venezuela.
El brutal bachaqueo de billetes se inscribe dentro de un conjunto mayor de prácticas terroristas planificadas por el Pentágono y la CIA, desde el imperio estadounidense, para desestabilizar a Venezuela, a nuestra soberanía, a nuestro Estado y a nuestra Revolución, con la pretensión de volver a colocarnos en sumisión frente a las transnacionales del capital.
Se ha entronizdo en el sentido común, programado y masificado por hegemonía, que ya no importa el progreso, sino el mercado. Tal como lo indica Frei Betto (en una reflexión titulada “Neoliberalismo: La nueva fase del capitalismo”, publicada en Marx y el Siglo XXI. Una defensa de la Historia y del Socialismo) ahora, al mismísimo capitalismo no le importa “la producción sino la especulación; no es la calidad del producto, sino su éxito publicitario; no es el valor de uso de una mercancía, sino el fetiche que la reviste”. Los individuos, suntuosamente revestidos de marcas en vez de bienes necesarios para la alimentación o el vestido, la “persona parece no tener ningún valor en la óptica neoliberal. Por eso, quien no posee bienes es despreciado y excluido. Quien los posee es envidiado, cortejado y festejado”.
Y como “lo que importa es ganar dinero en la especulación, vivir de la renta, disfrutar sin trabajar” (Betto), el billete, las monedas de curso legal, son convertidas en sus contextos neoliberales, como mortales armas terroristas para la implosión de regímenes defensores de la soberanía de sus países, de gobiernos patriotas, antiimperialistas o revolucionarios, como es el caso actual de Venezuela.
El brutal bachaqueo de billetes, es un misil de ataque en la guerra económica lanzada de forma unilateral por el imperio neoliberal, manejado política y militarmente desde el Departamento de Estado yanqui, contra Venezuela.
El brutal bachaqueo de billetes, que acumula nuestro papel moneda en pocas manos o lo traslada descaradamente hacia los ventorrillos instalados en la Colombia fronteriza con nosotros, por órdenes y complicidad del capo narcotraficante Álvaro Uribe Vélez y del gobierno que encabeza el santanderista y proimperialista Juan Manuel Santos, es una acción encadenada con otras que, igualmente, apuntan a generar descontento popular, desestabilización, violencia y derrumbe de nuestro Gobierno -presidido constitucionalmente por Nicolás Maduro-, de nuestra V República y de todo cuanto significa como esperanza para Venezuela, Nuestramérica y el mundo, la Revolución Bolivariana y Chavista.
El brutal bachaqueo de billetes está articulado con el brutal y permanente ataque cibernético contra nuestros sistemas electrónicos bancarios (especialmente de la banca del Estado), contra los sistemas de puntos de venta y dispensa de efectivo en los cajeros automatizados. Pero también está articulado con ese poderoso “dios” contemporáneo, invisible pero efectivo y eficiente, autonombrado “Dólar today”.
Todas esas armas apuntan hacia el mismo objetivo y con los mismos fines: perpetuar el dominio del capital, reposicionar al neoliberalismo como mando real y hegemónico, tal como ocurría durante los regímenes del llamado “Puntofijismo” hasta el mes de febrero y marzo de 1989, cuando una rebelión popular detuvo efectivamente sus pretensiones de eternizarse en la expoliación del pueblo venezolano.
Es por ello que no debemos detenernos en ingenuidades y simplismo. Nuestras vidas, la existencia del pueblo venezolano, de su vanguardia revolucionaria y de todo el proceso Bolivariano y Chavista, como expresión de la paz nuestroamericana y mundial, es lo que está en juego. La vida en el planeta, y nosotras y nosotros en él, es el objetivo final del brutal bachaqueo de billetes. Es imperativo detener esa voracidad. Y la tarea no es solo gubernamental, no es de Nicolás Maduro. Es también tuya y mía, de todas las personas de buena voluntad… Pero, sobre todo, de quienes tenemos convicción revolucionaria y conciencia de clase.
Ilustración: Xulio Formoso