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Sobre femicidios

Desde hace muchos años las mujeres vienen luchando por ser consideradas en el mismo plano de condiciones que los hombres. El desprecio y el yugo a la que fue sometida durante siglos, tienden a terminar pero, no se acaba y la lucha continúa. Solo tendremos un mundo mejor cuando no haya más ni hombres ni mujeres, cada uno por su lado, sino como decía Benedetti: todos “juntos codo a codo”. Entonces seremos humanos

En 1896 un grupo de mujeres anarquistas coordinadas por Virginia Bolten y, entre las que se encontraban Josefa Martínez, Pepita Guerra,  editaron un periódico anarquista que llevaba por nombre “La voz de la mujer”. El mismo defendía los ideales del anarquismo y luchaba por la igualdad de las mujeres. El primer número tenía clara consignas contra la explotación de los obreros pero, haciendo hincapié en la explotación doble que sufrían las mujeres, tanto en el trabajo como en la casa. Contra las creencias de ellas, las mayores críticas no vinieron de la oligarquía capitalista sino de sus propios camaradas anarquistas. En el segundo número la editorial del diario termina con este párrafo: “Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nosotras; doblemente esclavas de la sociedad y de los hombres, ya se acabó aquello de “Anarquía y libertad” y las mujeres a fregar. ¡Salud!” La lucha de ellas abrió ojos y mentes, pero todavía continúa.

En 1904 en Berlín se funda la Alianza Internacional de Mujeres, las promotoras fueron Carrie Chapman CattMillicent Fawcett. Esta formación reunía más de 50 asociaciones y grupos que luchaban por la igualdad de las mujeres y por el derecho a voto de las mismas. El principio básico de la asociación es que el goce de los derechos de igualdad y libertad es debido principalmente a las mujeres y niñas. La agrupación por esos años dirigía toda su lucha hacia el sufragio de la mujer.

La pelea para que la mujer pudiera votar fue larga y, se inició en 1838 con la aprobación del voto femenino con las mismas características que el masculino en la isla Pitcairn, en el archipiélago de la Polinesia, hasta el año 1963 que Afganistán lo aprueba. Una carrera que tuvo avances y retrocesos pero que se logró imponer en el mundo.

Pero aunque la mujer podía votar, el mundo no cambió mucho, sólo fue un grano en el desierto de las injusticias. La mujer seguía supeditada al hombre como lo demuestran estas ilustraciones de 1953, en un trabajo que llevaba como título Guía de la buena esposa, donde la mujer estaba a total disposición del hombre. Para ello la industria inventaría y fabricaría, después de la 2da Guerra Mundial, una serie de electrodomésticos para «hacer más feliz a la mujer en su casa».

Increíblemente muchas mujeres crecieron con estas ideas y se la transmitían a sus hijos e hijas por generaciones. La mujer ha nacido para sufrir, dice un refrán popular, para pagar el pecado original, lanzan como verdad inobjetable los defensores del machismo, hasta que las esclavas se cansaron

La liberación femenina de la década del ’60 fue relativa, fue una liberación sexual y de opinión, pero netamente comandada por hombres. La mujer seguía supeditada a los deseos y valores de los hombres, sin siquiera, y se puede observar en películas de la época, tenida en cuenta para cargos políticos o puestos de jerarquía. Mientras la violencia crecía.

Los años 80 y 90 nos encuentran en pleno auge de la mujer. Frases como: Mujer libérate; Mujeres al frente y otras más se convirtieron en caballo de batalla pero, lamentablemente en slogans comerciales que lo único que les interesaba era ese nuevo segmento de potenciales clientes, resaltando la liberación femenina. Cientos de revistas exaltando a la mujer para venderles todo tipo de productos que sirvan para atraer al hombre de su vida. La reivindicación y la lucha fueron usadas para fines comerciales. Mientras la violencia crecía.

En este milenio la mujer trata  con más ahínco de liberarse de ese yugo que la explota y, que no le concede todo el reconocimiento. Pero eso generó y genera violencia, ya que es la única forma que la cultura machista encuentra para responder. Antes lo hacía y estaba permitido. El hombre le pega una cachetada correctiva a la mujer. Se ha visto en cientos de novelas,  películas y era admitido. Pero eso es el inicio. Quien admite una cachetada, deja pasar una patada y ya es muy tarde cuando llega la muerte. A pesar de eso muchas personas todavía creen que la violencia correctiva es necesaria con los hijos, sin pensar que ese es el puntapié inicial. La violencia no es correctiva, la violencia genera odio y el odio más violencia. La mujer tiene que ocupar su lugar que es al lado del hombre en igualdad de condiciones, ni más ni menos. Para eso debemos ponernos en el lugar del otro, como reflexiona L Felipe Alarcón en un diálogo del Facebook que se ha viralizado.

Ponernos en el lugar de la mujer es, como dice el texto, tratar de ponernos en su lugar frente a las situaciones de violencia, no como mujeres sino como hombres que son violentados, quizás allí se produzca la luz y realmente “#NiUnaMenos” deje de ser un slogan para ser una realidad y, a partir de allí la diferencias de géneros sólo sea nominal y en la realidad todos seamos humanos.

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