La democracia permite que cada cierto período elijamos a nuestros gobernantes. Eso lamentablemente hace que tengamos grandes políticos en campaña pero pésimos en el gobierno.
Los pueblos con regímenes democráticos tienen la “suerte” de poder elegir, cada cierto y determinado tiempo, a sus gobernantes. Eso posibilitaría que todos puedan tener acceso a gobernar; en teoría, en la práctica se puede hablar de una clase política que se reparte los cargos y que cambia de función, pero en última instancia son siempre los mismos.
El sentido de la democracia es que todos los ciudadanos puedan participar en el gobierno. Así era en sus orígenes. Aunque si se estudia con detenimiento, se ve que en la democracia griega antigua eran más los excluidos que los que se consideraban ciudadanos. Los griegos votaban de tal forma que, los que eran considerados ciudadanos, todos, podían llegar a ser elegidos.
Con el advenimiento de la nueva democracia, post revolución francesa, se planteó que era mucha la cantidad de ciudadanos para que todos ocupen cargos. La solución que se encontró fue la democracia participativa, es decir, el pueblo gobierna por medio de sus representantes. Nace la clase política; la mayoría eran funcionarios que ocupaban cargos en la monarquía y se ponían a las órdenes de la burguesía.
De esa forma se salva a la democracia, mediante una hipótesis ad hoc, pero ¿realmente es democracia? Para Aristóteles toda forma de gobierno podía llegar a desarrollar su forma corrupta. Según el pensador griego la democracia se corrompía en el nepotismo: el gobierno de los familiares. Lo que no previó Aristóteles es otra clase de desvío en la democracia, la de los políticos electoralistas.
Los políticos llegan a los cargos mediante elecciones; antes de las mismas dan a conocer qué calidad de gobernantes van a ser cuando ejerzan su cargo (lo que se conoce como campaña electoral). En un principio las campañas electorales mostraban las plataformas de gobierno y los planes a ejecutar durante el mandato pero, con el advenimiento de la publicidad y el marketing, se fueron cambiando y, en lugar de mostrar plataformas muestran slogans vacíos, en lugar de mostrar planes de gobierno muestran promesas grandilocuentes.
El problema no es que hagan esto durante el proceso pre-eleccionario, el gran inconveniente es que lo siguen haciendo durante el gobierno. Como si lo único que supieran hacer es, falsamente, ganar elecciones y no gobernar. Es como un constructor, que tiene todos los conocimientos en la teoría: diseña y proyecta la mejor casa, pero cuando la tiene que construir, no tiene ni idea y le deja la obra a otros constructores.
No se gobierna con promesas electorales; no se gobierna con frases grandilocuentes y vacías. Se gobierna con actos, se gobierna con planes que se pueden llevar a cabo. Se tendría que exigir que en las campañas eleccionarias los políticos sólo puedan presentar la plataforma de su partido y planes de gobierno con plazos concretos, no frases vacías y promesas incumplibles. Quizás de esa forma dejemos de tener políticos electoralistas y tengamos políticos gobernantes.
DesdeLaPlaza.com/Nito Biassi