En Argentina y el mundo se producen miles de muertes por accidentes de tránsito. Venezuela también sufre del mismo flagelo. En ambos países las estadísticas son alarmantes.
En el año 2106 en Argentina murieron 7.268 de ellos un 25% tienen ente 15 y 29 años. La mayoría de los accidentes se producen por fallas humanas, consumo de alcohol, estupefacientes y alta velocidad en los vehículos que participan en los mismos. En Venezuela la estadística es muy parecida, con 76.921 accidentes de tránsito en dicho período, se registraron 7.714 muertes. Un 57% se produjo en el mismo lugar del accidente. La mayoría también tenían entre 18 y 25 años.
Los automóviles vienen cada vez más preparados para correr a mayor velocidad. El parque automotor aumenta año tras año. Las preguntas que surgen después de estas afirmaciones son: ¿los humanos estamos cada vez más preparados para manejar a esas velocidades? ¿Las carreteras y vías de comunicación están preparadas para esa cantidad y esa velocidad de los automóviles? Por lo datos estadísticos vemos que no. ¿El Estado hace algo para que se produzcan menos accidentes? En algunos casos sí. Países como Suecia y Holanda disminuyeron en porcentajes significativos la cantidad de accidentes. Es necesario que el Estado se ocupe de mayores controles, no sólo de alcoholemia, sino de prevención y sobre todo, una fuerte campaña de concientización vial y conducción. Hay algo que es cierto, el Estado no maneja al lado de cada persona que conduce un automóvil o una moto, el que tiene el control del vehículo es uno y por lo tanto la responsabilidad también. Ser prudentes en el manejo evita accidentes para que no tengamos tantos muertos, tan jóvenes, tan inmensamente felices.
“Sonreía, iba feliz en la coupe Fuego, tenía el motor recién hecho y rugía como un león, él se sentía como un león, puso un CD en el equipo de música y puso el volumen al máximo con un compilado de sus cumbias favoritas, tomó la ruta por el sólo hecho de andar y sentirse feliz, a su lado, su novia se sentía una actriz de Hollywood.
Sonreía, iba feliz en su moto Honda 150, flamante, nuevita, quería probar todo lo que daba, la tarde era de sol, el aire era cálido, y la hermosa sensación de sentir el viento jugar con el pelo y pegarte en la cara, era como volar.
Quizás la música, quizás el viento, vaya a saber, no se vieron. En el mismo lugar que el viento le pegaba, él le pegó al vidrio de la ventanilla y al parante, no se dio cuenta de nada, quizás murió feliz. Él quizás alcanzó a ver la moto, no sé si llegó a sentir el ruido, la música estaba con el volumen al máximo, quizás alcanzó a ver como la moto se le venía encima, cómo rompía la puerta de su lado y con el guardabarros lo degollaba.
Ella en la camilla del hospital ya no parecía una estrella de Hollywood, como no tenía el cinturón puesto, golpeó varias veces con su cabeza en la ventanilla, en el parabrisas. Tenía fractura de base de cráneo, fracturas múltiples en todo el cuerpo, murió a las pocas horas en la guardia. No sé si me tocó atenderla, no recuerdo bien si fue así, quizás me tocó un caso parecido o con circunstancias parecidas o con muertos parecidos, todos jóvenes, todos tan inmensamente felices.”