Entre dos fechas que, acotadas, aluden a la Democracia en Venezuela y también al manido tema de los Derechos Humanos, se me ocurre proponerlos para este Diálogo que, semana a semana, hacemos desde la acera más cercana.
El 23 de enero de 1958 se puso fin a un gobierno dictatorial encabezado por un militar que, para esa fecha, ostentaba el rango de General de División. Marcos Pérez Jiménez, había aparecido públicamente en la vida política venezolana, al lado de los adecos (por el partido Acción Democrática), quienes se convertirían, poco tiempo después, en sus acérrimos enemigos. Partícipe en el derrocamiento del gobierno que presidía Isaías Medina Angarita, Pérez Jiménez es designado por Rómulo Betancourt como Jefe de Sección del Estado Mayor del Ejército en la “Junta revolucionaria de gobierno” encabezada por Betancourt. Desde ese cargo atenta, en 1948, contra el gobierno del, también adeco, Rómulo Gallegos, quien, ocho meses antes, había sido electo democráticamente como Presidente de la República.
Los “tres cochinitos” –como se les llamó entonces- encabezan la nueva Junta de Gobierno, presidida por Carlos Delgado Chalbaud e integrada, también por Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez. Asesinado Delgado Chalbaud en un atentado cuya autoría se atribuye a Rafael Simón Urbina, Pérez Jiménez pasa a presidir la Junta Militar, con Germán Suárez Flamerich, como nuevo presidente de la República. Pero el propio Marcos Pérez Jiménez, con ambicioso juego electoral, el 2 de diciembre de 1952, se proclama ganador y, por ende, Presidente Provisional de Venezuela.
La “eficacia” dictatorial perezjumenista haría que su gobierno se recuerde hasta hoy por sus rasgos exitosos en obras públicas de infraestructura y de brutal represión contra sus opositores y el pueblo en general. De hecho, su línea de gobierno es abiertamente conservadora, derechista, nacionalista y militarista.
Con un gobierno lleno de desafueros en materia de Derechos Humanos, el tambaleante gobierno dictatorial de Pérez Jiménez intenta aferrarse al plebiscito como tabla de salvación, pero, finalmente es derrocado el 23 de enero de 1958 y Pérez Jiménez huye a República Dominicana y la Presidente de la República la encabeza una nueva junta cívico militar encabezada por el periodista Fabricio Ojeda y el Contralmirante Wolfgang Larrazábal, a quienes correspondió organizar y convocar las elecciones para el 7 de diciembre de 1958 donde resulta victorioso Rómulo Betancourt, quien toma posesión del cargo el 13 de febrero de 1959, y, desde entonces abriría paso a una alternabilidad que se haría característica de una dictadura de nuevo tipo, a la que se denominó “Democracia representativa” y que tuvo por sello político el denominado “Pacto de Punto Fijo”.
Ese pacto, se firma el 31 de octubre de 1958, en la residencia “Punto Fijo”, sede de habitación de Rafael Caldera. Suscrito entre los partidos Acción Democrática (AD), “socialcristiano” Copei y Unión Republicana Democrática (URD), pero el cual fue defendido y mantenido durante cerca de 40 años, por las dos primeras organizaciones.
Con pocas obras por mostrar y una brutal represión que rápidamente superó los desmanes del gobierno de Pérez Jiménez, la “Democracia representativa” devino en dictadura que ahuyentó inmediatamente de sus filas a patriotas y revolucionarios como Fabricio Ojeda -el diputado mayor votado en elecciones y quien renunció al Parlamento para incorporarse a la lucha guerrillera contra el oprobioso régimen betancourista- y numerosos exmilitantes adecos que se conformaron en agrupaciones radicalmente diferentes, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el PRIN, entre otros.
Una historia traicionada y un pueblo frustrado en sus propósitos democráticos es lo que queda del 23 de enero de 1958. Sometidos a la perpetuación de la dictadura del poder capitalista, las venezolanas y los venezolanos, indómitos hijos de Apacuana, de Guaicaipuro, de Juana la Avanzadora, de José Leonardo Chirino, de Ezequiel Zamora, pero, sobre todo de Simón Bolívar y de Hugo Chávez, insisten en el propósito democrático que se creyó cercano al salir de Marcos Pérez Jiménez, en 1958. Es por ello que no hay descanso, pese a la traición y el engaño. Contingentes de pueblo organizado, luchadores sociales, valientes guerrilleros, soldados uniformados y patriotas, siguieron haciendo propuestas de acción y reflexión para solidificar conciencia y gestar el parto histórico cuyas “contracciones” se hicieron evidentes en febrero de 1989, se intensificaron dos veces en 1992, especialmente el 4 de febrero pero también el 27 de diciembre de ese mismo año.
De aquel frustrado 23 de enero de 1958, 34 años después, el luminoso 4 de febrero de 1992 enciende victoria constituyente, de V República, de independencia definitiva y de socialista Patria.
Ilustración: Xulio Formoso