Sinceramente, yo creo que no. El universo (que no sólo es uno, sino también múltiple) es un complejo movimiento dialéctico de paz, es decir, de equilibrio entre contrarios.
¿Por qué, entonces, tenemos la sensación de que todo anda desequilibrado? ¿Por qué a una noche por año la llamamos de paz o convocamos que así sea? ¿Qué tiene que ver la occidental y cristiana fiesta de Navidad con la pérdida o recuperación del equilibrio entendido como paz?
Es difícil responder todas esas interrogantes en un mini artículo de opinión como este. Sin embargo, me propongo cuestionar los sistemas de creencias conocidos o a los que cada quien de nosotros se suscribe, para acercarnos revolucionariamente a la paz que queremos. En ese sentido, la paz puede ser vista como un objetivo social a conquistar en medio de la lucha de clases (proletarios y burgueses) que se ha generado y mantiene por la explotación capitalista.
La paz, con estas características, es el resultado de una confrontación en la que debe resultar victorioso el proletariado como proponente de la igualdad, de la justicia y -en definitiva- de la liberación de la humanidad.
Claro, este enfoque está históricamente circunscrito al sistema capitalista de producción, distribución, consumo y reproducción de bienes materiales y espirituales bajo el dominio del capital y no del trabajo.
Las estrellas -entonces- desde donde se pudiese estar anunciando la paz, «no tienen vela en este entierro», pese a que, en definitiva, todo tiene que ver con todo.
Las constelaciones, las alineaciones y acercamientos relativos entre planetas, como el actual entre Júpiter y Saturno, y la supuesta entrada en una era de Acuario que proveerá de paz a la Tierra, entran así en el campo de lo mágico-religioso en una suerte de fe en la que el mundo se equilibra desde afuera, es decir, sin el concurso de los individuos, sin la participación del ser humano que, en medio de los egoísmos, las escisiones y los egos, prefiere no contarse como parte de una totalidad.
No hay tales anuncios de intervención foránea pacífica «conspirando» a favor o en contra nuestra. La revolución es el único acto que nos puede llevar a la paz y esa revolución no es un movimiento desde fuera. Comienza dentro de cada uno de los individuos y no es una suma cartesiana para enfrentar ejércitos contrarios. Es el descubrimiento de que somos conciencia y de que ésta se expande de manera vital hacia la generación de relaciones nuevas. Relaciones nuevas que también son de producción de bienes, aunque no de manera exclusiva.
En el 2021, ese año que tenemos cada vez más cerca, la posibilidad de la paz, para Venezuela, para Nuestramérica, para el planeta, nos invita, más que a mirar al cielo y las estrellas, a mirar, cuestionar y problematizar nuestros corazones. Ese «lugar» o más bien «no-lugar» donde podemos reconocernos esencia.
Yo invito a quienes siguen semanalmente este Diálogo para el debate de ideas, a que nos pongamos en alineación, no precisamente con unos planetas sincronizados en apariencia, sino en una sola, proletaria y esencialmente transformadora conciencia.
Ilustración: Iván Lira