Antonio Banderas está nominado al Óscar en la categoría de Mejor actor. No ganará porque muy seguramente este año se lo lleve Joaquin Phoenix. Sin embargo, aunque no gane, la nominación ya es un buen aliciente para su carrera llena de episodios notables.
No me interesan los premios, no los veo, no les concedo importancia y sin embargo, sé que tienen un gran valor para quienes lo reciben. Un valor moral y económico.
En los últimos años el Óscar ha tenido nominaciones tan injustas como absurdas. Si sigues los premios sabes que la Academia se equivoca y mucho. Sin embargo, en esta ocasión han acertado. Banderas merece su nominación, entre otras cosas porque es un actor pasional y a la vez metódico y detallista. Construye sus personajes de un modo tan legítimo que cuando lo ves no piensas que está actuando. La mayoría de los buenos actores tienen esa cualidad. Nunca puedes identificarlos. Su verdadera personalidad se esconde en cada nuevo personaje.
La primera vez que vi actuar a Banderas fue en una película de Almodóvar: Matador (1986), más tarde lo vi en La Ley del deseo (1987) también del director español. En esta última comparte crédito protagónico con Eusebio Poncela y Carmen Maura. Con Almodóvar ha filmado muchas veces: Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), ¡Átame! (1990), La piel que habito (2011) y finalmente Dolor y gloria (2019) son algunas de las películas que han hecho juntos. En ninguna se ha repetido. Ha realizado roles contrastantes. Destaco su personaje en La piel que habito, un científico maquiavélico, cuyas emociones se mantienen un poco escondidas durante casi toda la película. Él asume el rol con tanta naturalidad que sus gestos, el tono de la voz, su presencia comunica.
Cuando filmó La piel que habito, su exitoso regreso al cine de Almodóvar, ya había hecho un sinfín de películas en Hollywood. También había protagonizado esa cinta quizás poco conocida, pero impactante llamada ¡Dispara! (1993) de Carlos Saura donde comparte créditos con Francesca Neri. Una verdadera joya donde las actuaciones de ambos protagonistas son la base de la trama.
De su carrera en USA rescato las cintas que filmó con Robert Rodríguez: Desperado (1995), Once upon a time in Mexico (2003), tiene mucha personalidad y un gran atractivo su pistolero. En Philadelphia (1993) y Entrevista con el vampiro (1994), realiza personajes secundarios que no pasan desapercibidos.
Banderas ha cantado también con estilo y gracia en el cine (Los Reyes del mambo, Desperado, Shrek) y aunque ha cometido errores espantosos como Never Talk to Strangers (1995), por nombrar uno de los peores largometrajes que ha filmado en su carrera, su trabajo en términos generales está lleno de momentos estelares.
Banderas no va a ganar el Óscar, pero no importa. Sus más de treinta años de carrera son ya un premio para sí mismo y para todos nosotros.
@luisauguetol