En una sociedad atrasada, donde ‘las cosas se hacen a cambio de algo’, ‘porque les pagan’, ‘porque están defendiendo tal o cual cosa que ‘es de ellos’ (o creen que es ‘de ellos’)’; la lucha por lo que se cree, y más aún, por lo que se cree que puede lograrse, no para el beneficio propio, sino para beneficio de todas y todos, es algo que nunca entenderá quien ha vivido en la cultura rentista, y anti-venezolana, de la ganancia rápida.
Hace 16 años, cuando se da el último Golpe de Estado que sufrió Venezuela en su historia, el 11 de abril de 2002, no había cupos de viajero, ni de internet. Era la Venezuela de los aeropuertos vacíos, incluso en temporada. Viajabas sin cola… Si tenías dinero.
En 2002 no había colas, ni sobreprecios en ningún lado (de hecho, la inflación en 2001 cerró en 7,81%), incluso, si en la tienda te vendían algo muy caro, podías comprarlo ‘en la calle’.
Claro, el desempleo no estaba en 6%, sino en 20%. Nadie quería darte trabajo, ni fijo, ni por cuenta propia, por ‘la inestabilidad del país’. Por eso toda Caracas se llenó de vendedores ambulantes (buhoneros), entre otros lugares, en la hoy Plaza Diego Ibarra (conocida entonces como ‘Saigón’, por la buhonería y algunas otras cosas fuera de la ley que allí se practicaban en medio de los destrozos de una plaza abandonada por el siglo XX), en las calles adyacentes a la plaza ‘El Venezolano’, y en el símbolo más visible: Sabana Grande.
Hace 16 años no había Misiones sociales, PDVSA estaba secuestrada por una mafia corrupta que manejaba los recursos de las y los venezolanos a su antojo, causando inexplicables pérdidas, en contraposición con una industria que, contrario a la propaganda contra nuestro país, sigue liderando el mercado petrolero mundial, aún en una crisis económica inducida por el sistema financiero mundial, y aún con recientes hallazgos de corrupción que buscaban, además, sabotaje interno a la industria.
Lo único que el presidente Hugo Chávez había logrado hasta ese momento fue mejorar la Ley de Política Habitacional, y eliminar los inmorales créditos indexados, que los golpistas intentaron reponer el 12 de abril, cuando se aparecieron en el “Indecu” (Instituto para la defensa del consumidor, hoy Superintendencia para la Defensa de los Derechos Económicos, “Sundde”) pidiendo la lista de los que fueron liberados de ese crédito, para reactivárselos .
¿Cómo es que el pueblo se hizo sentir el 13 de abril de 2002, enfrentando desnudo un golpe armado, si no tenía nada material que defender, salvo el Plan Bolívar 2000, y algunos mercados populares?
¿Cómo el año pasado, 2017, más de 8 millones de venezolanos y venezolanas aprobaron la Asamblea Nacional Constituyente, siendo incluso, como nunca en la historia de la democracia venezolana, amenazadas, amenazados, por grupos armados y violentos, que pretendían impedirles su derecho al voto? ¿Cómo es que hoy, en medio de la crisis económica más grande de la historia de Venezuela (que, a diferencia de la crisis que acabó con la cuarta república, si era unánime, y nadie cuestionaba las razones de la misma, y su gravedad) Nicolás Maduro representa hoy la primera opción electoral para las presidenciales de este 2018?
¿Cómo es que un pueblo, que en esa época no tuvo razón material, económica, de derechos, para defender al primer presidente realmente electo por ellos, Hugo Chávez, y el proceso político que inició con su gobierno, en 1998, y continúa hoy con el presidente Nicolás Maduro, salió a defenderlo, y continúa defendiéndolo?
La respuesta no es la situación económica que vivimos hoy, sino lo que, viendo al futuro, está logrando un pueblo bien informado, trabajando, en silencio, por su objetivo, e ignorando, en lo posible, a quienes por 20 años han pretendido distraerlo con rumores y politiquería.
Es lo mismo que Vicente Salias, o quizás la emoción patriótica de una colonia que deseaba ser libre, vieron cuando se escribió la letra de nuestro Himno Nacional:
“… El pobre en su choza…”, no pidió Petros, ni dólares, ni pan, ni casa, ni empleo, ni mucho menos vivir de rentas, o vivir de negocios sucios.
El pobre en su choza, el mismo de 1810, el mismo de 2002, el mismo de este 2018, pidió la base para lograr todo: La libertad.