Los católicos del Táchira, de otras partes del país, y de más allá de nuestras fronteras, celebran hoy los 417 años de la renovación de la Virgen de la Consolación de Táriba, la consoladora patrona del Táchira; conmemoran un día de 1600, cuando el retablo que habían traído los padres agustinos de África, con la imagen, que con el tiempo se fue borrando, iluminó el rancho donde la había colgado la familia Zamora, con la imagen bien delineada.
Así lo cuenta monseñor José Ramiro Useche Bustamante, vicario de la Basílica de Táriba, donde se hospeda la también patrona de los taribenses, quien habló del origen de la fe a esa advocación de la Madre de Dios.
El sacerdote, citando la antigua tradición, dijo que Santa Mónica, madre de San Agustín, le pidió su intercesión para que consolara sus penas y convirtiera a su esposo, un pagano que la hizo sufrir con sus infidelidades, maltratos físicos y morales, y muchos vicios; y a su hijo mayor, Agustín, de inteligencia fuera de lo común, que al ir a estudiar a Cartago, “abrazó la herejía maniquea y tomó una concubina por varios años”.
Según el relato, San Ambrosio, desde Milán, a donde fue Mónica para atender a Agustín, que se enfermó gravemente, fue testigo del milagro: Patricio se convirtió, fue bautizado y recibió los sacramentos, y al año murió.
Agustín, por su parte, fue bautizado, se preparó para ser sacerdote y fundó la orden de los Ermitaños de San Agustín, una congregación que se extendió por África, España, Italia, Alemania, Venezuela, Colombia, en Bogotá y Pamplona, por donde llegó a San Cristóbal, cuando fue fundada la Villa en 1561, por el capitán Juan Maldonado; un año después llegaron los agustinos a Táriba, donde pusieron la sede para desde ahí salir a misionar.
Dicen que prácticamente desde la fundación de San Cristóbal, la imagen obró milagros, como que salvó a los padres agustinos cuando iban a evangelizar a los indios Táribas, a Táriba, que fue visitada en 1547 por los primeros españoles que pasaron, al mando de Alonso Pérez de Tolosa y Diego de Lozada.
Cuando iban a cruzar el Torbes, desde San Cristóbal, el río estaba abundado, pero pasaron colocando la imagen sobre una caña, “que les alumbraba el camino y las aguas por donde iban a pasar, y animados por la Señora que los acompañaba, lograron pasar hasta la hoy Plaza Bolívar, donde hicieron una ermita y después una capilla, donde colocaron la reliquia que estuvo en manos de santa Mónica”.
Entonces los indios aprendieron a amar a la virgen y a recibir la doctrina de los sacerdotes, pero los indios Capachos y Guásimos se unieron para atacar a los Táribas, y los sacerdotes tuvieron que huir, dejando la imagen al cuidado de una india cristiana.
Dicen que muchos nativos fueron curados de enfermedades y golpes; pero con el correr del tiempo dejaron de venerarla y la imagen se fue borrando, hasta que la esposa de Zamora la colgó en una pared en una despensa. Los hijos necesitaron una tabla y la golpearon pero la madre los regañó, porque sabía que ahí había estado la imagen de la Virgen; entonces se las quitó y la colgó en la pared y fue en la tarde cuando iluminó el rancho, pues salían “copiosos rayos de luz”. La gente estaba emocionada por el milagro de la nueva presencia en el cuadro de la Virgen, y el vicario y el pueblo se trasladaron a Táriba a ver la obra tan maravillosa y la comenzaron a venerar”.
El padre Useche dijo que la Virgen obró muchos prodigios, como el de la disentería que se propagó en San Cristóbal entre 1630 y 1640, y con la fe en la imagen se “detuvo el mal”.
Hoy, todos los quince de agosto, es la fiesta de la Consolación, adonde acuden miles de peregrinos, files devotos, para agradecerle los favores y pedirle nuevas gracias y bendiciones. Milagros –dice el presbítero- como el de la joven con leucemia, que fue desahuciada por los médicos de San Cristóbal, entonces su madre acudió con la enferma a la iglesia, con la novena de la virgen, y el médico de España cuando la vio, le dijo que estaba curada.
DesdeLaPlaza.com/LaNación/JT