Con el derrumbe de la victoria bolchevique y su mole imperial conocida históricamente por sus siglas URSS; también con la caída del muro de Berlín y otros «signos de los tiempos», se habló premonitoriamente del fin del comunismo.
Hoy, vuelven ciertos profetas del desastre a colocar entre las premoniciones del siglo XXI la desaparición de las trasnochadas ideas del utopismo comunista.
Se habla desde trincheras egóticas que funcionan dentro de sistemas de creencias acumuladas en mentes sin conciencia y en los que cada uno pregona con revestimiento de «verdad» sus distintos argumentos.
Las sociedades divididas en clases se han asumido como eternas, evitando recordar un momento de igualdad, de unidad en la diversidad, de solidaridad de los hombres (la humanidad) entre sí y con la naturaleza, que antecedió al presente de clases que algunos han periodizado como esclavismo, feudalismo y (en los últimos 250 años, por lo menos) actualmente, capitalismo.
El apocalipsis (gr. Apokaluptiko,revelador) suele asociarse con el llamado «fin de los tiempos», período oscuro y demasiado alegórico muy resaltado en capítulo aparte del libro sagrado de los cristianos: «Yo soy el Alfa y el Omega, principio y fin», eternidad sin tiempo ni espacio, unidad y diversidad, movimiento dialéctico que el poder y el egoísmo desdibujaron para la dominación y para que olvidáramos al comunismo: Alfa y Omega de la gregaria humanidad que produce, aquí y ahora, para la distribución y consumo en igualdad.
El Apocalipsis, tal como se ha conceptuado por los matematizadores de la realidad, es el final de toda lucha y la aceptación de la armonía entre iguales diferentes, que parecen enfrentados, pero que, en verdad, se complementan en movimiento dialéctico.
Para quienes hemos defendido, junto a Marx y otros teóricos del comunismo, la lucha de clases como motor de la historia, se trata de que entendamos que también caímos en el abismo caótico de la ciencia, basado en la lucha y no en el principio de igualdad en la diversidad. El estado de Conciencia que es conciencia de clase pero también, y esencialmente, conciencia de humanidad universal.
Esta no es una reflexión ni propuesta para frenar los avances que tenemos como humanidad. Este no es un llamado a la conciliación de clases ni a prolongar la lucha por el Poder. Se trata de desechar el referente egótico y cuantificable del Poder para permitirnos acceder a la Conciencia. Ese es el sentido de la Revolución verdadera.También de ésta que desarrollamos en Venezuela con el nombre de Bolivariana y Chavista. Es el principio de la expansión, aquí y ahora, de la conciencia como totalidad.
Ilustración: Iván Lira