El «voto en blanco» es el verdadero protagonista en la novela Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, escritor portugués, premio Nobel de literatura pero, sobre todo, multileído por el mundo entero, en diversos idiomas.
El voto en blanco se convierte, gracias a la magia creativa de Saramago, en una requisitoria a los procesos electorales, también erigidos como «protagonistas» de la democracia liberal burguesa (perdóneseme la redundancia), dejando de lado al pueblo organizado, participativo y patagónico.
Dice este escritor de «la conciencia lúcida», como en efecto ha demostrado serlo, que «El voto en blanco puede ser apreciado como una manifestación de lucidez por parte de quien lo ha usado».
Venezuela fue, hasta 1998, un ejemplo de la «pureza» y el tino de convertir al Estado de represivo por excelencia -en su trabajo social de mantener contentos a los explotados en su condición de tales- en un reglamentador del consenso, para la «conciliación» de clases (explotadores y explotados, burgueses y proletarios, patronos y asalariados).
Por más de 40 años, la aplaudida democracia representativa que facilitó ese consenso o acuerdo de clases, dejó de serla con la misteriosa aparición de un «dictador», elegido con una cantidad de votos sin precedentes y utilizando para esos comicios (diciembre de 1998) el mismo aparato electoral utilizado después 1958.
La sola presencia de un candidato aglutinador de los votos en blanco, hace que los amos del mundo y sus aparatos imperiales yanqui-sionistas consideren automáticamente que aquella victoria del candidato Hugo Chávez se calificara como «gesto revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia» como «producto de una conjura anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos».
Desde finales del siglo pasado y hasta hoy, con gobiernos presididos democrática y constitucionalmente por la Revolución Bolivariana y Chavista, Venezuela ha escogido fortalecer el camino de la paz para ganar la guerra que nos han declarado los amos del mundo y sus aparatos impimperiales yanqui-sionistas.
Por eso seguimos en la perseverante construcción de una democracia de nuevo tipo, para darnos un Estado de transición hacia el socialismo como expresión de relaciones en igualdad en la producción, distribución y consumo de los bienes de todas y todos.
Esto es algo que, entre otros factores, ha requerido la activa participación y protagonismo de un pueblo conscientemente organizado, a partir de la fecha referencial de febrero de 1989, para detener el neoliberalismo y sus agresiones imperiales. También requiere, por supuesto, de diversos liderazgos complementarios y de las decisiones de un estadista, como lo es Nicolás Maduro, quien ha sabido expresar y ejercer -desde la presidencia constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, las decisiones que requiere este momento histórico que vive el país, Nuestramérica y el mundo entero.
En este contexto explicativo general, es necesario observar con atención que más de 100 delincuentes, apátridas y proimperialistas que se encontraban en prisión por haber incurrido, auspiciado, ejecutado o amparado actos de terrorismo contra el Estado venezolano, recibieron el beneficio del indulto presidencial decretado este lunes 31 de agosto.
Muchísima gente no lo entiende, ni justifica que se absuelva de sus delitos a personas altamente comprometidas con el odio, la violencia y la entrega de nuestra patria a manos extranjeras.
Estamos a muy pocas semanas de la realización de elecciones programadas para la conformación del Poder legislativo, nos encontramos ante
la condonación de la deuda social y política de individuos que no han expresado su más mínima palabra de arrepentimiento y perdón ante el agredido pueblo venezolano. Es importante tenerlo en cuenta, revisarlo con pensamiento revolucionario y crítico hasta justificar su significado para los destinos de la Patria y de este proceso Bolivariano y Chavista.
Es indiscutible, como lo señalaba el compañero Jorge Rodríguez Gómez, al momento de leer el aludido decreto, el pasado lunes, que el presidente Nicolás Maduro “es un verdadero campeón en la búsqueda de diálogo (…) con el pueblo de Venezuela y con los actores políticos”, pues ha convocado, en más de 600 oportunidades, al diálogo constructivo y fecundo con el oposicionismo para que las vías constitucionales sean los vehículos para dirimir las controversias entre los venezolanos.
Estamos en la hora de la conciencia y no de la conciliación. En Venezuela no hay conciliación, lo que hay es avance «a pulso» en nuestro original proceso de construcción del socialismo. José Saramago, en el ya citado Ensayo sobre la lucidez, coloca a los personajes de esa novela en el contexto de sátiras, dudas y contradicciones de una realidad electoral que bien pudiera parecerse a la nuestra, la por venir en este cercano diciembre pero también las muchas anteriores, asumiendo el voto como el «gesto revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia degenerada», que todavía no hemos logrado superar a plenitud. Es verdad.
Tan verdad que, en este momento, muchos hemos tenido que tragar grueso -como indicaba yo mismo en un artículo anterior a éste- para entender en Venezuela nuestro particular ensayo sobre la lucidez, del cual Saramago alerta: «Puede suceder que un día tengamos que preguntarnos Quién ha firmado esto por mi»… «No hay nadie que oiga que se le parte un cristal y no acuda corriendo a ver quién ha sido el vándalo infantil».
Ilustración: Fotoportada de Ensayo sobre la lucidez